Amatista y Enzo han estado unidos desde la infancia, enredados en un destino que los marcó desde el primer momento en que cruzaron miradas. Pero su historia no es la de un amor puro y sencillo, sino la de una obsesión profunda, una pasión indomable y una lucha constante entre el poder y la entrega. Él, un hombre criado para dominar el mundo de los negocios y las sombras, cuya presencia es sinónimo de control y peligro. Ella, una mujer que aprendió a moverse entre la élite con astucia, pero sin perder su esencia, dispuesta a desafiar las reglas que él mismo impone. Durante años, fueron todo el uno para el otro, hasta que una traición los rompió en mil pedazos. Amatista huyó, llevándose consigo un secreto que podría cambiarlo todo. Enzo, consumido por el deseo de recuperarla, la persiguió incansablemente, incapaz de aceptar su ausencia. Pero el reencuentro fue explosivo. Entre verdades a medias, celos insaciables y una guerra de voluntades, Enzo la arrastró de nuevo a su lado, dispuesto a hacerla suya, sin importar las consecuencias. En un mundo donde el poder lo es todo y la lealtad se compra con sangre, Amatista y Enzo deberán enfrentarse no solo a sus propios demonios, sino a las amenazas que acechan desde las sombras. Con aliados que pueden convertirse en traidores y enemigos que podrían ser la clave de su supervivencia, tendrán que decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para resistir el peso de sus propias decisiones. Porque en esta historia, el amor no es suave ni gentil. Es salvaje, peligroso… y absolutamente irrenunciable.
Leer másLa habitación estaba bañada en la luz tenue de la tarde. El baño había sido un respiro, una tregua que había permitido a Amatista dejar atrás los pensamientos más pesados que la acompañaban últimamente. Cuando salió del agua, la sensación de frescura la invadió, pero en sus ojos aún brillaba una tensión sutil, esa que había permanecido durante la última semana sin desaparecer. No había sido fácil lidiar con la ausencia de Enzo, pero el hombre ahora estaba frente a ella, esperando que lo secara, como siempre había hecho.Amatista tomó la toalla, sus manos alisando el tejido mientras se acercaba a él. Su mirada se desvió hacia su rostro mientras comenzaba a secarlo con cuidado, disfrutando de la quietud de esos momentos, en los que Enzo se dejaba mimar sin una sola queja. Ella sonrió, un toque de diversión en su voz cuando, al fin, dijo:—Por fin hueles a ti. Ya te extrañaba —comentó, mientras sus dedos tocaban su piel humedecida con suavidad.Enzo soltó una carcajada baja, su pecho vib
El tiempo avanzaba implacable en la mansión Torner, donde el silencio de los grandes pasillos solo era interrumpido por el eco de pasos apresurados y los ocasionales murmullos del personal. Daniel Torner seguía sumido en su obsesión por encontrar a Amatista, una hija que apenas había conocido pero cuya ausencia sentía como un peso insoportable en su alma. Sin embargo, su otra hija, Jazmín, no compartía su anhelo y estaba decidida a detener la búsqueda, aunque tuviera que recurrir a métodos cuestionables para lograrlo.Las semanas posteriores a su autoinfligida lesión estuvieron marcadas por una elaborada estrategia. Jazmín, siempre meticulosa, había aprendido a manipular las emociones de su entorno con precisión quirúrgica. Los repentinos ataques de llanto se convirtieron en su arma más efectiva: lágrimas que parecían brotar de un pozo insondable de dolor, acompañadas de espasmos que convencían incluso a los corazones más duros. En otros momentos, fingía sobresaltarse con cualquier ru
La luna llena derramaba su luz espectral sobre la mansión de campo, envolviéndola en un manto de serenidad engañosa. Adentro, la habitación estaba inmersa en penumbras, rota únicamente por los resplandores tenues que se filtraban a través de las cortinas. Enzo y Amatista compartían la misma cama, separados por un espacio que no era físico, sino emocional, lleno de tensiones acumuladas y deseos no dichos.Enzo miraba el techo con los puños cerrados, luchando contra la creciente necesidad que lo atormentaba. Su mente estaba atrapada en un vaivén de pensamientos: el amor que sentía por Amatista, su obsesión, su deseo de protegerla… y esa urgencia visceral que solo ella podía calmar. Su pecho se alzaba y descendía con respiraciones profundas y entrecortadas. Sabía que su autocontrol pendía de un hilo.Amatista, acostada de lado, lo observaba en silencio. Desde esa distancia, podía percibir su tormento: las tensiones de su cuerpo rígido, los suspiros que parecían rasgar el aire. Amor…, pen
La luz suave de la mañana se filtraba por las ventanas del dormitorio, bañando todo con un resplandor tenue que hacía parecer que el mundo fuera un lugar mucho más tranquilo que la tormenta de emociones que había ocurrido el día anterior. Amatista despertó antes que Enzo, como había sucedido en muchas ocasiones, pero esta vez no sentía esa sensación de bienestar habitual al ver su rostro tranquilo en el sueño. La noche había sido extraña, cargada de silencios no resueltos, de miradas perdidas y gestos no correspondidos. El dolor en su pecho aún persistía, pero era más difuso ahora, más difícil de entender. Como si algo se hubiera quebrado, pero ella no sabía exactamente qué.Se levantó de la cama con suavidad, intentando no hacer ruido para no despertarlo. Enzo había estado exhausto, atrapado en sus pensamientos y en sus decisiones durante todo el día anterior. Y aunque él había intentado mantenerse firme, algo en su mirada le había dicho que no estaba tan tranquilo como quería aparen
El amanecer trajo consigo un aire frío y húmedo que parecía impregnar cada rincón de la mansión en el campo. Rose llegó puntual, como siempre, con una bolsa de alimentos frescos y una rutina que pocas veces variaba. Sin embargo, al cruzar el umbral de la casa, notó algo que la hizo detenerse: la sala estaba en completo desorden. El suelo estaba cubierto de vidrios rotos y fragmentos de adornos, las sillas estaban volcadas y había un rastro de suciedad que indicaba que la noche había sido cualquier cosa menos tranquila.Con un suspiro pesado, Rose dejó la bolsa en la cocina y comenzó a limpiar. Sus manos trabajaban rápido, pero su mente no dejaba de especular. Algo le decía que Amatista estaba detrás de aquel caos. Una vez que todo estuvo en su lugar, preparó el desayuno y esperó pacientemente en la sala. Pero las horas pasaron, y Amatista no salió de su habitación. Para cuando el reloj marcaba casi el mediodía, Rose, con una mezcla de preocupación y frustración, decidió ir a buscarla.
La mañana en la mansión Bourth transcurría con la habitual mezcla de elegancia y rigor. Enzo caminaba por el largo corredor con pasos firmes, escoltando a su madre Alicia y a su hermana Alessandra hacia la salida. Las dos mujeres, impecablemente vestidas, iban a partir hacia el aeropuerto, acompañadas por Roque, el hombre de confianza de Enzo. Era un viaje planeado hacía semanas; se reunirían con unos parientes en Europa, algo que Alessandra había esperado con ansias. Enzo, sin embargo, tenía otros planes una vez las viera partir. Su mente no dejaba de divagar hacia la mansión del campo, donde Amatista lo esperaba.El sonido de unos vehículos acercándose al portón interrumpió sus pensamientos. Apenas se giró, se encontró con la llegada intempestiva de Massimo, Emilio, Paolo y Mateo. Todos descendieron con aires de triunfo, portando una botella de whisky como símbolo de celebración. Sus rostros, iluminados por sonrisas cómplices, dejaban en claro que venían a festejar la caída del trai
La fiesta de cumpleaños de Enzo había llegado a su fin sin mayores contratiempos, aunque el rastro de su ocurrencia se esparciría rápidamente entre los murmullos y las miradas curiosas de los invitados. Enzo no se sorprendió de los comentarios que rondaban sobre él y su “única mujer”, como algunos la llamaban. Era una verdad silenciosa que todos conocían, pero pocos se atrevían a confirmar. Para él, las palabras no importaban; lo que importaba era que, en algún lugar dentro de esa mansión, Amatista estaba esperando, esperando por él, su “gatita”, como él la llamaba.A pesar de que la fiesta había quedado atrás, Enzo no podía relajarse por completo. Durante la semana siguiente, él y sus socios se vieron atrapados en un mar de problemas. Un socio menor, al parecer, había estado infiltrando información, lo que puso a Enzo al borde de la desesperación. Sus pensamientos no podían evitar irse hacia Amatista, hacia su mansión aislada en el campo, hacia la habitación en la que ella permanecía
La fiesta de cumpleaños de Enzo Bourth se llevó a cabo en una de los salones más exclusivos de un hotel de lujo en el centro de la ciudad. El aire estaba cargado de risas superficiales, el tintinear de copas, y el murmullo de conversaciones que parecían tan vacías como las miradas de aquellos que se encontraban allí. La música, suave al principio, parecía tocar las fibras de un mundo que se movía al ritmo de la riqueza y la ostentación. Los invitados llegaban con sus esposas, otros con amantes, y todos parecían moverse como piezas de ajedrez en un tablero de lujo y poder.Enzo detestaba ese ambiente. La gente que se acercaba a él no lo hacía por su compañía, sino por lo que representaba: poder, riqueza, una posición. Ese mundo superficial y calculador era todo lo que él repudiaba, y fue por eso que mantuvo a Amatista tan alejada de este lugar. Sabía que ella, con su pureza e inocencia, nunca podría comprenderlo. Su mundo era diferente: más silencioso, más cerrado, más oscuro.Él se en
Los días transcurrían con una calma inquietante, mientras los planes para la expansión del negocio tomaban forma. Enzo, acompañado de su círculo cercano, se encontraba reunido en una de las salas más elegantes de la mansión Bourth. La mesa de madera oscura, cuidadosamente pulida, estaba llena de papeles, mapas y contratos. La luz suave que entraba por las ventanas bañaba las figuras de los hombres que, con seriedad, discutían el próximo paso en sus ambiciosos proyectos. Ethan Wolf, un hombre de negocios de mirada afilada, había llegado para presentar la última oportunidad que podría ser clave para el futuro de su empresa: un terreno perfectamente ubicado entre dos importantes vías, ideal para erigir el casino que tanto anhelaban.—El terreno tiene un potencial enorme, pero para que el proyecto avance necesitamos asegurarnos de que las propiedades colindantes sean adquiridas —dijo Ethan, con la voz tranquila pero firme, señalando los mapas sobre la mesa.Enzo, sentado al final, observa