Gonzalo recorría su despacho de un lado al otro, con las manos hundidas en el cabello y el ceño fruncido como si eso pudiera borrar lo que acababa de ver en la pantalla.
La campaña. Su campaña.
La misma que llevaba semanas preparando junto a su equipo, esa en la que Clara había trabajado hasta tarde más de una noche… estaba en boca de todos. Pero no por ellos. No por el Grupo Ferraz.
La competencia la había publicado esa mañana, palabra por palabra, imagen por imagen, como si alguien les hubiese entregado el material en bandeja de plata.
—Esto no puede ser una coincidencia —gruñó, girándose hacia Mateo, que lo observaba con expresión de preocupación desde el sofá.
—¿Estás seguro de que no se filtró desde el equipo de diseño? ¿O desde marketing? A veces hay gente que…
—¡No! —lo interrumpió Gonzalo—. Nadie más tenía acceso completo al archivo final. Solo Clara y yo.
Mateo frunció los labios, sin decir nada.
El silencio fue como una gota de plomo cayendo al fondo de su estómago.
Gonzalo c