Capítulo 82. Estamos juntos
Ginevra terminó de servirse la tercera copa, o quizá era la cuarta, había perdido la cuenta, y se dejó caer en la silla frente a la mesa. No se sentó, se dejó caer. Un detalle mínimo, imperceptible para cualquiera… salvo para mí.
Ella no “se dejaba” en ningún lado.
—¿Vas a comer o solo vas a mirar cómo lo hago yo? —preguntó sin levantar la vista, empujándome uno de los envases.
Empujándome. Tocando la mesa justo frente a mí. Eso también era un símbolo. Un “me quedo”, aunque lo negara.
—Si me acerco mucho a la mesa voy a tardar dos horas en levantarme —respondí.
Ella soltó un chasquido suave, esa mezcla entre risa y desesperación que solo existía cuando estaba demasiado agotada para controlar cada gesto.
—Dios, ¿por qué vine? —murmuró en voz baja—. ¿Qué clase de persona cruza media ciudad para… esto?
—¿Para cenar conmigo? —pregunté, sin disimular la sonrisa.
—Para meterme en un problema —corrigió.
Pero no sonó furiosa. Sonó… resignada. Y ese matiz me perforó el pecho más que cualquier