Capítulo 83. ¿Cómo manejar esto?
Ginevra no dijo nada más.
Por primera vez en toda la noche, no intentó escapar con sarcasmo, ni esconderse en la copa, ni escudarse en la profesionalidad. Solo se quedó ahí, sentada en mi sofá diminuto, con los hombros tensos y la espalda demasiado recta, como si tuviera miedo de que cualquier movimiento la delatara aún más.
Yo respiré hondo. No porque necesitara aire, sino porque necesitaba valor.
—Ginevra… —dije despacio.
—No —interrumpió ella.
Esa sola palabra.
Pero no sonó firme. No sonó como la jefa que estaba acostumbrado a escuchar. Sonó… frágil. Y eso, en ella, pesaba mil kilos.
—No qué —pregunté.
—No sigas —susurró.
Pero sus rodillas seguían rozando las mías. Su cuerpo seguía inclinado hacia adelante. Su mano, apoyada en el sofá, estaba tan cerca de la mía que si extendía un dedo la rozaba.
Y ella no se movía.
Ni un milímetro.
Como si estuviera esperando que lo hiciera yo. O como si quisiera que no lo hiciera nunca.
—No puedo no seguir —respondí—. No después de lo que dijiste