El segundo día empezó igual de temprano que el primero, pero con un nudo en el estómago más grande. No solo porque sabía que Ginevra estaba ahí, implacable, sino porque me sorprendí a mí mismo pensando en ella más de lo que debería. Y eso era peligroso.El estudio estaba tranquilo, apenas unos cuantos empleados trabajando en sus proyectos. Me acerqué a los planos que ella había revisado ayer, intentando concentrarme, pero no podía evitar robarle miradas de reojo. La forma en que se inclinaba sobre los planos, cómo tomaba notas con precisión, la manera en que su cabello caía sobre el hombro… todo era hipnótico.—Leandro —dijo, interrumpiendo mi distracción con esa voz firme y cautivadora—. ¿Qué estás mirando tanto?Me sobresalté y levanté la vista. Ahí estaba ella, verde, intensa, penetrante… y claramente consciente de mí. Mi corazón se aceleró; había quedado atrapado.—E-eh… nada —balbuceé, tratando de desviar la mirada, pero era demasiado tarde.Ella arqueó una ceja, un ligero brillo
Leer más