Rowan observaba a la distancia, aún con el teléfono móvil pegado al oído, mientras su hermano le proporcionaba detalles cruciales sobre el traidor que recientemente habían descubierto infiltrado en su empresa. Sin embargo, la escena que se desarrollaba frente a sus ojos comenzó a apoderarse por completo de su atención. Fue como si el mundo a su alrededor se difuminara lentamente hasta que lo único que pudo ver con claridad fue a Nadia… y a ese hombre que se atrevía a acercarse a ella de manera tan descarada.
Elian, ignorando por completo la tensión de la situación, no solo le hablaba a Nadia con evidente familiaridad, sino que, con una confianza inaceptable, había posado la mano sobre la cintura de la joven. El gesto, aunque sutil para quienes no prestaban atención, fue lo suficientemente claro para Rowan, quien sintió cómo algo dentro de él se quebraba. La sangre dejó de circular con normalidad por sus venas, su pulso se tornó errático y su expresión se volvió gélida. Era como si una