Capítulo 96
El quirófano era un campo de guerra silencioso, donde el sonido de las máquinas era el único lenguaje permitido. Las luces blancas iluminaban el rostro pálido de Dante, quien yacía inconsciente, con el pecho abierto por manos expertas que luchaban contra el tiempo. El disparo había sido preciso, cruel, perforando cerca del corazón, rozando una arteria vital. Sangraba mucho. Demasiado.

—¡Compresor, ahora! —gritó uno de los cirujanos mientras su asistente le secaba la frente empapada de sudor.

Afuera, tras el vidrio opaco del quirófano, Fabio se aferraba a una esperanza invisible. No parpadeaba. No respiraba. Solo miraba. Al fondo del pasillo, Mirella lo observaba con una mezcla de miedo y dolor.

En otra sala de urgencias, el cuerpo de Alexei Ivanov se estremecía bajo la presión de las manos que intentaban revivirlo. Estaba pálido, ensangrentado, frío. El pitido de la máquina ya no mostraba ritmo alguno.

—¡Cárgala a doscientos! ¡Despejen! —gritó la médica, con el desfibrilador en manos.

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