Minutos antes...
El búnker, insonorizado y construido como un refugio impenetrable, ya no se sentía seguro. Las luces fluorescentes parpadeaban de forma intermitente, tiñendo las paredes de concreto de un blanco sucio, casi enfermizo. El aire, denso y cargado de miedo, se hacía más pesado con cada segundo que pasaba. Los estruendos afuera eran cada vez más cercanos, cada golpe contra la puerta de acero reforzado reverberaba en los huesos como si el mismísimo infierno estuviera intentando entrar.
Detrás de una hilera de camas volcadas y una mesa de acero oxidada, Tatiana abrazaba a Ania con fuerza, sus cuerpos temblando al unísono. Enzo, escondido entre los brazos de Olivia, sollozaba en silencio, el rostro hundido contra su pecho. Alexei sabía que el niño estaba haciendo un esfuerzo por no gritar, por no dejar que el miedo lo venciera. Pero todos los presentes sabí