Bang. Bang. Bang.
Dante no se detuvo. Sus pasos eran firmes, brutales, una marcha de ejecución. Disparaba mientras avanzaba, cada vez más rápido, cada vez más feroz, cada vez más fuera de sí.Las balas de Dante atravesaron la madera de la puerta como si fuese papel, dejando agujeros humeantes.
Al otro lado, Nikolai soltó un grito gutural, mezcla de rabia y desesperación. No había escapatoria.
Con un último embate, la puerta voló por los aires en una explosión de astillas.
Dante irrumpió en la habitación como una bestia desencadenada, pistola en mano y los ojos encendidos en un rojo infernal de odio puro.
Nikolai estaba acorralado contra la pared, pálido, temblando.
—Ahora ya no eres tan valiente, ¿verdad? —gruñó Dante, avanzando con lentitud.
Nikolai intent