Capítulo 136

Otra ráfaga cruzó a escasos centímetros de ellos. El blindado absorbió la mayoría, pero los escombros de los impactos saltaban como fragmentos de lava.

Dante se agachó, resollando. El pecho le subía y bajaba con violencia, pero los ojos…

Los ojos estaban fríos.

Calculadores.

Volvió a asomarse, disparó tres veces con precisión quirúrgica, y se cubrió de nuevo.

—Cúbreme —ordenó de pronto, con voz baja, imperturbable.

Fabio lo miró con desconcierto, pero no dudó: se levantó medio cuerpo, empezó a disparar hacia el flanco derecho, cubriendo a su jefe con una lluvia bien dirigida de fuego.

Y entonces, Dante sacó su teléfono.

—¿Qué coño está haciendo, señor?! —rugió Fabio, entre disparo y disparo.

Dante tecleaba rápido, sin expresión. Como si estuviera revisando la hora.

—Le escribo a mi esposa para decirle que voy a llegar tarde. Que cene sin mí —dijo sin levantar la mirada.

Fabio soltó una carcajada ahogada entre dientes, con una precisión casi coreografiada al recargar su arma.

—¡Joder,
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