Capítulo 48: La Señora Cancino.
El silencio se hizo eterno.
Lía apretó el teléfono con fuerza, conteniendo las lágrimas.
—Entiendo —susurró al fin, con la voz rota—. No volveré a molestarlo.
Colgó despacio, quedándose inmóvil por unos segundos.
Luego respiró hondo, acarició el cabello de su hija y se obligó a sonreír.
—Nada de esto importa, mi amor —murmuró para sí misma—. Lo único que importa eres tú.
Pero en el fondo, sabía que aquella llamada había cerrado algo dentro de ella.
Y que, aunque no lo admitiera, una parte de su corazón había quedado en coma… igual que el amor que alguna vez los unió.
Dayana caminaba de un lado a otro por su habitación, furiosa.
Había pasado la noche en vela, maldiciendo a los hombres que había contratado.
—¡Inútiles! —murmuró entre dientes—. Ni siquiera fueron capaces de cumplir con algo tan simple.
Su plan había sido perfecto: destruir la reputación de Lía, hundirla ante Jorge, obligarlo a odiarla.
Pero los malandros habían fallado, y ahora no tenía pruebas, ni fotos, ni nada