Miranda, una socialité deslumbrante y consentida, vive un matrimonio de conveniencia con el poderoso y enigmático Guillermo Aranda. Tras dos años de separación, el regreso inesperado de Guillermo sacude su mundo de apariencias y fiestas. Aunque su relación es un pacto de intereses familiares, la cercanía forzada reaviva una química sorprendente y una tensión palpable entre ellos, marcada por sarcasmos, malentendidos y una creciente e innegable atracción. Mientras Miranda navega por su círculo de amigas superficiales y enfrenta a rivales como la ingenua Estela, descubre una oportunidad para demostrar su talento oculto como diseñadora de interiores en un programa de televisión. Guillermo, por su parte, aunque parece indiferente y centrado en consolidar su imperio empresarial, muestra destellos de posesividad y un interés por Miranda que va más allá de la simple cortesía conyugal. Entre desfiles de alta costura, cenas de gala, y los constantes juegos de poder y orgullo, la fachada de su matrimonio comienza a resquebrajarse, revelando sentimientos confusos y vulnerabilidades inesperadas. La aparición de Sofía, la exnovia de Guillermo, y los desafíos profesionales de Miranda, pondrán a prueba su frágil relación. ¿Podrá este matrimonio, nacido de la conveniencia, transformarse en algo real, o se derrumbará bajo el peso de los secretos, el orgullo y las expectativas sociales? Esta historia explora si el amor puede florecer en el terreno más árido.
Leer másA Miranda le irritaban profundamente las personas con complejo de víctima. Había pensado en ofrecerle un par de palabras de consuelo simbólicas, pero con esto, se ahorró la molestia.Se puso las gafas de sol con indiferencia y se alejó con aire desenfadado, el taconeo de sus zapatos resonando con cada paso.…Las palabras de Estela no afectaron en lo más mínimo el ánimo de Miranda para probarse su vestido.Ya se había probado una versión preliminar de aquel vestido de tul y encaje color rosa pálido, y el sastre había hecho ajustes adicionales según su figura.Una vez terminado, quedó bastante satisfecha con el resultado final.Pidió que le grabaran un video corto y se lo envió a Bianca.Esta debía estar ocupada, porque no lo vio y tardó en responder.Entonces, en un impulso, le añadió un filtro coqueto y se lo envió también a Guillermo.[¿Qué tal? Mi vestido nuevo.]Cuando Miranda envió el mensaje, en la capital ya había caído la noche. Un manto gris azulado cubría el cielo y las luce
Ok.Ya no hacía falta que ella interviniera.No muy lejos, Ernesto y la actriz de medio pelo salían del elevador pegados como siameses. Ambos llevaban ropa distinta a la que traían por la mañana.Miranda no era ninguna virgen ingenua; al ver su actitud, supo que probablemente habían tenido un encuentro íntimo antes de salir.En realidad, Estela no era fea, pero su gusto era pésimo: cualquier artículo de lujo que se ponía parecía una imitación barata comprada en línea. Si a eso se sumaba su actual arrebato de furia amorosa, dispuesta a armar un escándalo, el contraste con la delicada florecilla recién “regada” que acompañaba a Ernesto era evidente.Como era de esperarse, no habían intercambiado ni dos frases cuando Ernesto ya estaba protegiendo a la otra y apartando a Estela con impaciencia.—¿Vas a parar de una vez? ¿Qué ganas con armar un escándalo aquí? Mírate, ¿no te da vergüenza?—¿Que yo doy vergüenza?Tenía los ojos enrojecidos y gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.Con el
—¡No manches! ¿Ese no es el prometido de Estela? ¿Ernesto, verdad? ¡Madres! ¡Esa tipa! ¡Acércate más, déjame verla bien!—¡Sí es! ¡Es la actriz segundona que tuvo un poco de éxito hace poco! ¡Qué poca! Ernesto es un cínico, ¡acaba de comprometerse y ya anda de infiel! No, espera, ¿esto cómo se llama? ¿Poner los cuernos o ya es adulterio?Llevaba dos días sin dormir y aun así se lanzaba con esa euforia a la caza del chisme más reciente. Miranda pensaba, sinceramente, que su amiga había nacido para estar en la primera línea de batalla de los paparazzi.Ella bajó el volumen de sus audífonos, apenas soportando el bombardeo incesante de Bianca.Después de escuchar a Bianca recitar sin tomar aliento durante treinta segundos la lista de escándalos de la mujer que acompañaba a Ernesto, y viendo que no tenía intención de parar, Miranda se ajustó las gafas de sol y la interrumpió en voz baja:—Ya estuvo bueno, ¿no? Conoces la vida y obra de estas actricitas de quinta con tanto detalle que parec
Pronto llegaría la Semana de la Alta Costura Otoño-Invierno en París, y Miranda ya había recibido invitaciones de las principales marcas.Asistía a desfiles desde los ocho años y, criada entre algodones y con acceso a lo mejor, había desarrollado un gusto impecable. En el círculo de la alta sociedad de las dos ciudades más grandes del país, era considerada un referente de estilo.Antes de partir hacia París, se enfrascó en una febril serie de preparativos en casa.Para cada desfile al que asistía, debía llevar un atuendo completo de la marca correspondiente. No era una celebridad, así que podía omitir el look de aeropuerto para las fotos, pero el look para el café de la tarde, el de la cena de gala y, su favorito, el de la exposición de alta joyería, eran imprescindibles.En dos o tres días, Miranda preparó siete maletas.Y eso, para ella, era viajar ligera. Aún tenía vestidos hechos a medida esperándola en los talleres de alta costura en París, listos para que los usara directamente
Mientras subían las escaleras, se revolvía en sus brazos, pateando y golpeando con todas sus fuerzas.Sin embargo, ella siempre había controlado su figura mediante una dieta estricta, sin hacer ejercicio con regularidad, así que, por mucho que luchara, para Guillermo sus esfuerzos eran como los arañazos de un gatito.—Acúsame. Tu tío Víctor regresó este año a la fiscalía de la capital, qué conveniente para que vayas con él —dijo él con calma.Apestaba a alcohol y llevaba el cuello de la camisa revuelto por los manotazos de su esposa. Con esa sonrisa despreocupada, tenía todo el aire de un perfecto canalla elegante.Ella pataleó un par de veces más. Justo antes de entrar en la habitación, se detuvo de golpe.Entre el olor a tabaco y alcohol, percibió un ligero aroma dulzón que le resultaba familiar.No tardó en identificar el perfume.Afinó el olfato.Sí, era ese.En su opinión, era una fragancia adolescente y corriente; si dabas una vuelta por cualquier centro comercial, la probabilid
Lejos de allí, en casa, Miranda no tenía ni idea de que, alguna vez en la vida, de la boca de su flamante esposo saldría un cumplido hacia ella.Había conciliado el sueño temprano, pero olvidó ajustar el humidificador antes de acostarse. El ambiente en la habitación se tornó algo seco y, en mitad de la noche, la sed la despertó.Se levantó medio dormida, con los ojos apenas entreabiertos, y empujó la puerta de su habitación para bajar descalza las escaleras.Normalmente, cuando se quedaba en su departamento, tenía un frigobar en el dormitorio; beber agua por la noche era tan simple como estirar el brazo, una comodidad absoluta.Al pensar en esto, volvió a maldecir mentalmente a Guillermo. Sin consultarle siquiera, la había metido de nuevo en esta casa para luego largarse de juerga. Un auténtico desconsiderado.Y, casualidades de la vida, el susodicho desconsiderado regresaba en ese preciso instante.Claro que Miranda, entre la somnolencia y la sed acuciante, no reparó en su presencia
Durante el resto de la velada, mientras los otros hablaban de negocios, Brenda no entendió nada, ni siquiera prestó atención. Era como si estuviera embrujada; una extraña inquietud la invadió y, de algún modo, se armó de valor.Después de servirle una copa a Guillermo, se sentó a su lado con sorprendente aplomo y, de vez en cuando, le alcanzaba alguna cosa, como para ayudar.Bruno, que antes la había menospreciado, ahora le lanzó una mirada que parecía decir: «Vaya, no es tan inútil después de todo».La iniciativa en el desarrollo del hotel anexo a la zona turística de las afueras del oeste la tenía el Grupo Legado.Desde que Guillermo había regresado al país para tomar las riendas del conglomerado, había reajustado varios de los proyectos en curso y pendientes. El del hotel en la zona turística, por ejemplo, era para el grupo un proyecto secundario: poco atractivo, pero una lástima abandonarlo.Sin embargo, para el proyecto de Bruno y sus socios, la incorporación de una marca hoteler
El viento nocturno era fresco. De pie ante la entrada del Club Concordia, Brenda levantó la vista hacia el brillo plateado del letrero y, sin darse cuenta, se abrazó los brazos, encogiéndose ligeramente.Hoy la habían llamado de último momento para sustituir a una famosa actriz, representada por su mismo mánager, a la que le había surgido un imprevisto y no podía asistir a un compromiso social.Su mánager le había insistido hasta el cansancio que aprovechara bien la oportunidad, pero justo antes de salir, de forma algo contradictoria, le había dicho que si no sabía qué decir, mejor se quedara callada.«¿Y cómo se supone que aproveche la oportunidad si no hablo?», pensó Brenda, confundida y un tanto desconcertada.No era fácil entrar al Club Concordia. Solo después de que Bruno diera el visto bueno, una mesera con un elegante uniforme la condujo sonriente escaleras arriba.Apretó la correa de su bolso y observó todo con disimulada curiosidad.Quizá por ser un antiguo consulado, la deco
Aquel cruce de miradas resultó tan embarazoso para Miranda como el bochornoso episodio de hacía unas horas, cuando Guillermo la había pillado cantando a todo pulmón en la tina.Guillermo pareció adivinarle el pensamiento, porque de pronto preguntó:—¿Por qué me miras así, diosa que a todos hipnotiza?Al pronunciar esas palabras, diosa que a todos hipnotiza, su tono fue neutro, pero con pausas casi imperceptibles entre cada una, como si estuviera recitando un poema antiguo; solo que aquella torpe declamación encerraba un matiz de humillación sutil, apenas velado.Miranda tardó en reaccionar, sin saber qué contestar.Él, con una paciencia que ella no entendía de dónde sacaba, añadió:—¿O me equivoqué de título? Quizá prefieras diosa que te hace caer rendido a sus pies.—…Definitivamente, pecaba de ingenua al fantasear con que un cretino de lengua viperina y fachada impecable como él pudiera sentir siquiera un instante de melancolía por complejos asuntos familiares.Se enderezó y, con