Una vez que los pasos de Héctor se perdieron a lo lejos, Mateo se aproximó a Guillermo y, como si la escena anterior no hubiera tenido lugar, comenzó su informe:
—Señor Aranda, Grupo Dorado ha aceptado ceder el terreno ubicado en la zona norte de Andaluz. Es más, el señor Lugo accedió a reducir el precio en cinco puntos porcentuales. Ya he dispuesto que se les envíe un obsequio de agradecimiento. El departamento jurídico está tramitando el contrato y calculamos que podremos firmar esta misma semana.
Guillermo asintió escuetamente.
—Este es el itinerario actualizado para la semana, para que le eche un vistazo —continuó Mateo, extendiéndole una tablet—. Ah, y llamaron de la casa del callejón. Piden que usted y su esposa vayan a cenar esta noche.
Él examinó la pantalla de la tablet y volvió a asentir.
De pronto, como si recordara algo, preguntó:
—¿Mi esposa está en casa?
Mateo adoptó una expresión perfectamente neutra.
—Está en Torres Esmeralda.
Torres Esmeralda era un afamado complejo d