Isabella estaba en la sala de ejercicios, agitada, mirando el cronómetro de la caminadora, intentando concentrarse en su rutina matutina y olvidar la discusión la noche anterior con Lucas y sus amenazas de querer divorciarse.
—Eso… no lo permitiré —dijo con la respiración entrecortada mientras aceleraba la velocidad del aparato y comenzaba a trotar con rapidez “¡No voy a dejar que te burles de mí, nuevamente Lucas! Esta vez no.” —pensó.
Cuando sintió que su corazón estaba a punto de estallar y le faltaba aire, presionó el botón rojo y detuvo la caminadora. Exhausta tomó la toalla y secó el sudor de su rostro y pechos.
En ese momento vio que la luz en su móvil se encendía. Era su madre. Atendió sólo por no hacerle un desplante, la presión de sus padres para que se mantuviera al lado de Lucas, comenzaba a cansarla. Caminó hacia el enorme ventanal que daba al jardín y atendió la llamada de Sofía.
—¿Qué quieres ahora, mamá? —preguntó con voz cortante.
—Que veas las noticias. Tu padre