—¡Claro que no! ¡Jamás volveré! ¡Cumpliré mi palabra!
Le di la espalda a esa vieja madriguera, al lugar lleno de recuerdos, y juré borrarlos todos de mi corazón.
Mi sombra se desvaneció lentamente en la noche fría y ventosa.
Eventualmente, tropecé con una madriguera abandonada, cubierta de polvo y llena de basura vieja.
Bajo el pálido resplandor plateado de la luna, el pasado regresó con fuerza.
Sí… recordé que, alguna vez, hace mucho tiempo, de verdad fui feliz. Antes de que Elisa llegara a mi vida.
En aquel entonces, mis padres me amaban profundamente. Pero siempre estaban tan ocupados con el trabajo, que nadie podía quedarse en casa para cuidarme.
Así que me enviaron al campo, a vivir con mis abuelos.
Aún recordaba el día en que me dejaron.
Mi madre sostuvo mi rostro entre sus manos, con los ojos llenos de un afecto resignado.
Me acarició suavemente la mejilla y susurró:
—Cariño, en cuanto termine este encargo, vendré a buscarte lo antes posible. Solo espérame, ¿sí?
Y esperé.
Un año