Me siguió pateando incluso después de que ya había perdido el conocimiento en el suelo. Luego se dio la vuelta con una sonrisa fría, como si ya hubiera ganado.
Pero lo que no sabía…
Era que había una pequeña cámara escondida en la esquina, grabando todo en silencio.
Pasó un largo rato antes de que recuperara la conciencia. Todo mi cuerpo dolía, y mi loba apenas respiraba. Me incorporé con dificultad sobre unas piernas temblorosas, cada respiración era una batalla. Con los dedos temblorosos, abrí un enlace mental con Guillermo y susurré con la última chispa de fuerza que me quedaba:
—Ven por la cámara. Mira la verdad… con tus propios ojos.
Era mi último día en este mundo. Lo sentía en los huesos.
Pero si tenía que morir, al menos me llevaría las mentiras conmigo.
Así que salí a la noche fría y tormentosa. Mis piernas apenas me sostenían, pero no me detuve.
Paso a paso, me desvanecí en la oscuridad infinita.
Me arrastré hasta la tumba con el último aliento, susurrando al guardia con una