El día del rito de matrimonio, mis padres de repente trajeron a mi compañero a casa y me dijeron que su ceremonia de marca ese día sería con otra persona. —Tu hermana fue envenenada con toxina de lobo, no hay cura. Su último deseo es convertirse en la mate de David. —Eres su hermana mayor, ten compasión y ayúdala, ¿sí? Mi compañero también intentó convencerme: —No te preocupes, solo es un trámite. Cuando ella muera, seguiremos siendo parejas el uno del otro. Me negué. Entonces mis padres me obligaron a beber una poción que bloqueaba el vínculo mental, me ataron y me arrojaron al pozo de la mina de plata detrás de la villa. —Cuando la ceremonia haya terminado, vendremos a soltarte. Pero apenas se fueron, fui atacada por un lobo delincuente, que me torturó brutalmente antes de matarme. Mi cuerpo ya empezaba a descomponerse cuando por fin recordaron que yo seguía atada en el fondo del pozo.
Leer másLos tres, reprendidos, agacharon la cabeza sin decir una sola palabra.No pude evitar reír en silencio. Si se trataba de lanzar verdades como dardos envenenados, nadie como Lucía. Su lengua siempre tuvo filo y veneno.Al verlos llegar, Lucía se sacudió el polvo de la ropa, se puso de pie y se marchó con paso firme.Mi familia colocó toda la comida frente a mi lápida. Se sentaron a hablar conmigo.Mi madre tenía los ojos completamente nublados de tanto llorar.Mis padres, encorvados por el peso de la culpa y los años, apenas se sostenían.David, en plena edad adulta, ya tenía el cabello lleno de canas.Había perdido todo el encanto por el que alguna vez me enamoré de él.Mientras hablaban, mi madre volvió a llorar.Tuvieron que consolarla y llevársela poco a poco.Frente a mi tumba quedaron los dulces más variados, vestidos hermosos que de niña nunca me compraron, fotografías mías editadas para que pareciera que viajé al mar, y ese anillo... el que siempre quise, colocado con cuidado en
Lucía acariciaba con delicadeza mi urna. Una lágrima cálida cayó sobre la superficie fría, rompiendo el silencio con un eco casi sagrado.Yo, desde algún lugar fuera de todo, sentí el alma revuelta en un torbellino de emociones.—Evina... cuando éramos niñas, tú me sacaste de aquel ático que era un infierno.Ahora me toca a mí liberarte a ti.Después... ¿podrías visitarme más seguido en mis sueños?Sin ti, la vida se vuelve tan vacía... tan solitaria.Hubiera preferido morir yo. Tú eras tan buena, tan brillante... tú merecías vivir feliz.Las lágrimas comenzaron a caer una tras otra, tiñendo la urna como si fueran gotas de lluvia marcando la despedida.Lucía se agachó, hecha un ovillo, como una niña perdida en busca de refugio.Como alguien que alguna vez fue acogida con amor... solo para ser abandonada después.Se quedó parada en la esquina de la calle, sin rumbo, como si el mundo le hubiese cerrado todas las salidas.Yo me puse a su lado, acariciando su cabello una y otra vez.—Lo si
Laura fue esposada y la llevaron frente a la casa. Los vecinos, curiosos, se asomaban con murmullos.Mis padres no podían contener el llanto. Se daban golpes en el pecho mientras observaban a esa hija de corazón venenoso, capaz de asesinar a su propia hermana por satisfacer sus deseos egoístas. No sabían qué decir.Desde pequeña, la hija menor siempre fue dulce y obediente.¿En qué momento se convirtió en alguien tan cruel, con un corazón tan venenoso como el de una víbora?—¡Padre, madre! ¡Por favor, sálvenme! —¡Apúrate! Contrata un abogado y presenta una disculpa escrita. —su voz se quebraba—. ¡Evina ya murió, yo soy su única hija ahora!—gritó Laura de rodillas, temblando. Su falda se humedecía por el miedo.Resulta que ella también le temía a la muerte, que sí comprendía lo valiosa que es la vida.Mi madre se tambaleó y se puso de rodillas frente a ella. Le acarició el cabello con desgana. Pero luego, una bofetada tras otra azotaron la cara de Laura.—¡Asesina, pagarás por lo que
Lucía no dejó de buscarme tras mi desaparición.Gastó una fortuna comprando grabaciones de cámaras de seguridad de cada domicilio.Descubrió que, antes del supuesto ritual entre Laura y David, Laura tenía un novio: se llamaba Roberto.Roberto era adicto. La perseguía para pedirle dinero. Laura lo manipulaba diciéndole que su hermana tenía recursos y que yo, cubriría todos sus caprichos, incentivándolo a dejarla a ella y fijarse en mí.Las grabaciones mostraban con claridad sus encuentros y conversaciones. Cuando llevaron mi cuerpo atado hacia el socavón de la mina de plata, Roberto los seguía a escondidas…—¡Estás inventando todo! ¡El video está trucado! ¡Roberto no tiene nada que ver con esto! —se defendió Laura, temblando, intentando desviar las sospechas.Pero su defensa solo la enredó más.Cuando ya no supo qué decir, intentó abalanzarse contra Lucía.—¡Basta! —exclamó David, agarrando a Laura del brazo. Sus ojos, encendidos y rojos, expresaban un odio palpable—. Si sigues en conta
A David se le nubló la vista. Cayó de rodillas al suelo.Murmuraba sin cesar:—No puede ser… no, no puede ser…El celular se le resbaló de la mano, estrellándose contra el piso. La pantalla se rompió en mil líneas.—¿David? ¿Qué pasó? ¡Levántate ya!Mi madre intentó ayudarlo a ponerse de pie, pero él apenas pudo decirlo, como si cada palabra le arrancara el alma:—La policía... llamaron... dijeron que Evina está muerta.Ella explotó. Lo empujó con fuerza, gritándole como una fiera herida:—¡¿Qué estupideces estás diciendo?! ¡¿Cómo va a estar muerta Evina?!—Evina… murió.— …Mi familia, al borde del colapso, subió al coche sin pensarlo. A toda velocidad, se lanzaron rumbo a la comisaría.En el camino, todos repetían una y otra vez, como rezando:—Tiene que ser un error... por favor, que sea un error...Bajo la sábana blanca, asomaba una mecha de cabello dorado.Las manos de David temblaban. Los ojos, inyectados en sangre. Con torpeza, levantó la tela.Mi cuerpo, putrefacto, deshecho.Lo
David sonrió, dándose golpes en el pecho como si eso bastara para prometerle a Laura una vida feliz.Para no arruinar el ambiente, nadie en la familia mencionó el hecho de que hacía mucho que no sabían nada de mí.Justo entonces, el timbre de la puerta sonó con insistencia.Los ojos apagados de David se encendieron de inmediato y, con pasos decididos, caminó hacia la entrada.En su fantasía, yo me había enterado del embarazo de mi hermana y, conmovida, había regresado a casa para celebrar en familia como si nada hubiera pasado.Abrió la puerta con una sonrisa que se desvaneció al instante. Frente a él, no estaba quien esperaba, sino alguien que no habría imaginado.Era mi mejor amiga, Lucía.Lucía cruzó los brazos, con la mirada afilada clavada en David.—¿Evina?Lucía y yo nos habíamos conocido hacía más de una década.Ella también cargaba con su propio infierno: su madre se había vuelto a casar y la había abandonado, dejándola a merced de un padre alcohólico. La vida la h
Último capítulo