El rostro de Elisa palideció al escuchar mis palabras. Luego corrió hacia mí y me agarró de las manos, suplicando con una voz llena de lástima:—Lo siento, Jimena. Olvidé que soy alérgica a las nueces. Me caí del techo cuando era cachorra, y, desde entonces, mi memoria no es muy buena. ¡De verdad lo olvidé! Por favor, no te enojes conmigo, Jimena. Puedes hacerme otro sabor, ¿verdad?Ver su sonrisa fingida y manipuladora me revolvió el estómago. Recordaba perfectamente la primera vez que le había preparado pastel de nuez. No sabía que era alérgica. Lo hice con buena intención, con sinceridad, esperando formar un lazo de amistad. Solo porque ella había dicho al pasar que le gustaba, me había esforzado al máximo, quemándome las manos en el proceso. Pero no me rendí. Soporté el dolor y finalmente horneé el pastel perfecto para ella.Sin embargo, Elisa terminó desmayándose por la alergia.Cuando recuperó el conocimiento, se lanzó a los brazos de nuestros padres, sollozando:—¡Mamá, pap
Leer más