La camioneta avanzaba a toda velocidad por la carretera oscura, solo iluminada por los faros que cortaban la noche como cuchillas. El motor rugía mientras Ulises, sentado junto a Aurora en el asiento trasero, no le quitaba los ojos de encima. Esa mirada intensa y cargada de deseo le helaba la sangre.
—Eres incluso más hermosa de cerca —murmuró él, con una sonrisa torcida en los labios.
Aurora, con el corazón latiendo con más fuerza en el pecho, se apartó lo más que pudo contra la puerta. Sentía su piel arder de asco ante la forma en que la devoraba con la mirada.
—¡Aléjate de mí y déjame bajar!
—grito Aurora con la voz tensa, tratando de mantener la calma.
Ulises soltó una carcajada ronca. Le divertía verla tan asustada, como un conejo al cual lo acaban de atrapar. De repente, el conductor de la camioneta giró la cabeza con preocupación.
—Nos vienen siguiendo —informó con tono grave.
Ulises apretó la mandíbula y miró por el retrovisor. Varias luces se acercaban rápidamente detrás de e