La tarde caía con una brisa cálida sobre la costa Cala Brandinch. Las olas rompían suavemente en la orilla mientras el cielo se teñía de naranja y dorado.
La playa privada donde Dante y Aurora habían decidido pasar unos días era un rincón apartado del mundo, donde el sol parecía acariciar con lentitud, donde el tiempo se diluía como arena entre los dedos.
Dante conducía el todoterreno negro con el brazo izquierdo fuera de la ventanilla, el viento despeinando su cabello oscuro. A su lado, Aurora reía con Bianca, quien viajaba en el asiento trasero con Alonzo. Iban ligeros de equipaje, apenas lo necesario para unas noches de descanso, escapando del ruido, del peso de los apellidos y las decisiones difíciles. Detrás, en otro coche, Giuseppe y Francesco cargaban con Luca, dispuestos a cuidar del pequeño mientras los cuatro disfrutaban de algo que no habían tenido en mucho tiempo: libertad.
El sol ya estaba bajo cuando llegaron a la villa frente al mar. Las paredes blancas reflejaban la ú