Veinte años después
Veinte años habían pasado desde aquel día en que el mundo pareció tambalearse y todo encontró finalmente su lugar.
Veinte años desde que el caos, el amor y la sangre se entrelazaron para formar una sola familia, una historia escrita con cicatrices, promesas y nuevas vidas.
El sol caía con lentitud sobre la playa privada de la costa amalfitana, tiñendo el cielo de un dorado melancólico mientras las olas lamían suavemente la arena.
La mansión frente al mar que había hecho casi con sus propias manos, estaba ese día llena de risas. En ella crecieron sus hijos: Luca, el mayor, ya convertido en un hombre íntegro y noble, Isabella, a quien todos llamaban Bella, una joven risueña y apasionada por la fotografía, Serena, con 17 años, y Luna la última en llegar, con apenas 9 años y una energía imparable que llenaba la casa de luz.
Aquella tarde, las risas infantiles flotaban en el aire como notas de una melodía infinita.
—¡Te dije que no se lanzara sin flotador! —gritó B