Justo cuando Isabella no podía soportar más la presión, cuando sentía que Kaen estaba cada vez más cerca de ella, una fuerte explosión resonó en el aire, cayendo peligrosamente cerca de donde se encontraba Kaen.
El estruendo fue ensordecedor, y el suelo tembló bajo sus pies, como si el mismo mundo estuviera colapsando.
—¡El lugar es peligroso, Alfa! ¡Debemos volver! —gritó uno de sus guardias, el pánico evidente en su voz.
Kaen, sintiendo la urgencia en las palabras de su hombre, asintió con la cabeza.
La preocupación por Isabella lo consumía, pero la seguridad de su manada era primordial.
Finalmente, con un último vistazo hacia el lugar donde había sentido su conexión, decidió que era hora de regresar.
Sin embargo, mientras se alejaban, una sensación inquietante lo invadió.
Era como si un hilo invisible lo uniera a Isabella, y a medida que se alejaban, sentía que ella estaba cada vez más cerca, aunque su corazón se llenaba de temor por su bienestar.
***
Isabella, por su parte, había