Isabella tocó su vientre, sintiendo la vida que crecía dentro de ella. Todo se sentía tan extraño, tan abrumador.
—¿Un hijo de Kaen? —susurró, la incredulidad mezclándose con la tristeza. Una lágrima resbaló por su rostro, marcando su piel con el rastro de su dolor. En ese instante, todo se sentía roto.
“Tener un hijo cuando lo he rechazado, cuando me rompió el corazón… ¡Qué triste es!”, pensó, pero no se atrevió a pronunciar esas palabras en voz alta.
La confusión y el desasosiego la envolvían como una niebla densa, impidiéndole ver con claridad. Se sentía atrapada en un torbellino de emociones contradictorias, donde la esperanza y el miedo luchaban en su interior.
Meses después.
Isabella había asumido el rol de nueva Alfa de la manada, un desafío que nunca había imaginado enfrentar.
Con determinación, se dedicó a enseñar al nuevo joven Alfa elegido, un chico lleno de promesas y esperanzas, pero que aún necesitaba mucho por aprender.
Hicieron un pacto: ella le enseñaría todo lo que sa