Isabella se levantó, sintió un miedo que la oprimió, escuchó los ruidos, olió el fuego, supo que el peligro estaba por consumirlos.Cada rincón parecía estar lleno de ecos de advertencias, y su corazón latía con fuerza en su pecho.Kaen, con la mirada intensa y decidido, tomó su mano con firmeza.—Vamos, escaparemos. Nadie nos hará daño —susurró él, su voz cargada de una determinación que le daba esperanza.Pero en el fondo, Isabella sentía un miedo profundo, un escalofrío que le recorría la espalda.Sabía bien quiénes eran ellos, los hombres que habían venido a buscarla.Eran enviados de su tío, un hombre sin escrúpulos, dispuesto a acabar con ella para asegurarse de que no reclamara lo que le pertenecía por derecho.La traición corría en su sangre, y la idea de que no salir con vida, de que no cumpliera la justicia, la llenaba de rabia y frustración.«Él no me va a dejar volver con vida, ha venido a matarme. Ahora el pobre Kaen sufrirá por mi culpa», pensó, sintiendo que una sombra d
Leer más