La primera prueba de tres en el torneo consistía en una gran caza salvaje.
Este torneo era diferente al del año anterior; no se aceptaban a las Lunas para concursar, lo que lo hacía más salvaje, más intenso, y centrado en la fuerza y el poder del Alfa.
Era una competencia que exigía no solo habilidades individuales, sino también la cohesión de la manada. Su ejército, sus betas y omegas eran claves para poder ganar, así como la unión leal de la manada.
La presión era palpable, y todos sabían que el honor de su manada estaba en juego.
Isabella estaba ahí, de pie, con pantalones de tela resistente que se ajustaban a su figura atlética y una trenza que caía sobre su hombro.
Sus ojos, firmes y decididos, estaban fijos en el horizonte, como si estuviera esperando la llegada de una gran guerra.
Ignoraba por completo a Kaen, quien se encontraba con su manada, pero algo cerca para mirarla, pero ella no lo veía, era como si él fuera invisible.
La fría indiferencia de Isabella lo atravesaba como