Aunque su loba ardió de un deseo primitivo, Isabella despertó y supo que no podía soportarlo.
Rechazó el beso, aunque su loba aulló, pero ella rápidamente supo que era correcto, no podían perdonar a un lobo traidor.
Isabella lo alejó con un movimiento brusco, y la fuerte bofetada resonó en el aire como un eco de su rechazo.
Kaen la miró, incrédulo, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos.
Ella era su mate, la persona con la que había soñado compartir su vida. Ella le pertenecía, su lobo rugía por volver a tenerla.
Entonces, ¿por qué le miraba con tanto odio? ¿Por qué esa chispa de desprecio en sus ojos que antes solían brillar con amor?
—¡Isabella! —exclamó, tratando de alcanzar su mirada, pero ella se apartó, como si él fuera un extraño, un enemigo.
—¡Isabella! ¡Eres una loba perdida! —la voz de Claire resonó con rabia, llenando el espacio entre ellos con una tensión palpable. El aire se volvió pesado, y Kaen sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor.
Isabella sonrió