El café humeaba frente a Valeria mientras observaba distraídamente a través del ventanal. La mañana era fría, pero el local estaba cálido y acogedor. Había elegido ese lugar porque quedaba fuera de la zona que Aleksandr controlaba más estrictamente, un pequeño respiro de la intensidad que ahora dominaba su vida. Viktor y uno de los guardias esperaban afuera, lo suficientemente cerca para protegerla pero lo suficientemente lejos para darle cierta ilusión de privacidad.
Acarició su vientre instintivamente. A las catorce semanas ya era visible bajo la ropa holgada que había comenzado a usar. No solo su cuerpo había cambiado, sino su percepción de todo. Como si cada decisión ahora tuviera un peso adicional, una consecuencia que se extendía más allá de ella misma.
—Vaya, vaya... el mundo es un pañuelo.
Aquella voz hizo que se le erizara la piel. Valeria levantó la mirada y se encontró con unos ojos que conocía demasiado bien, aunque hubiera preferido olvidarlos para siempre.
Luciana estaba