La aceptación del Alfa Aiden fue un acto de rendición forzada, un músculo en su mandíbula que se contrajo bajo la agonía del dolor fantasmal, la alianza, sellada no por la confianza sino por la amenaza mutua de la aniquilación, era la más frágil de las treguas.
Lía se quedó de pie junto a la mesa de archivos, su corazón latía con una mezcla de terror y triunfo, había regresado al corazón de su infierno, pero esta vez, llevaba su propio fuego, Ethan se colocó inmediatamente detrás de ella, una sombra silenciosa y firme, su olor a menta fría y tierra era el único antídoto contra el hedor a rabia y poder rancio que emanaba de Aiden.
Aiden no podía dejar la biblioteca, la cercanía de Lía, la fuente de su tormento, lo había anclado allí, incapaz de dejar su preciada información con la Beta que había desechado, se recostó contra una estantería, sus ojos color tormenta fijos en Lía con un resentimiento tan denso que casi se podía saborear.
"Empieza," ordenó Aiden, su voz ronca por la tensión