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Capitulo 4: El Viaje Hacia la Manada Libre (Parte 2)

Mientras Ethan seguía con las curas, el dolor en el cuello de Lía se volvió insoportable, una quemadura constante, el lazo del alma gemela no debería doler tanto. Debería desaparecer, ¿no? Pero esta herida era diferente, parecía que se negaba a cerrar.

"Mi cuello..." Lía murmuró, tocando la Marca roja, ahora casi negra por el dolor.

Ethan la miró, sus ojos oscuros. "El lazo ha sido desgarrado, pero la energía de la Marca... aún está allí ¿Sabes lo que significa una Marca Rota?"

"Significa que mi alma gemela me rechazó y que soy una deshonra," dijo Lía con amargura.

Ethan negó con la cabeza lentamente. "Significa más que eso, Lía, mucho más, no es solo un rechazo, es un eco, un vacío y ese vacío puede ser peligroso, Atrae cosas."

Lía se estremeció ¿Atraer cosas? ¿Qué tipo de cosas?

Los primeros rayos del alba apenas comenzaban a colarse entre los árboles cuando Seth finalmente abrió los ojos, eran de un marrón oscuro, casi negro, y miraron a Ethan con una expresión de gratitud contenida.

"Ethan," la voz de Seth era áspera, pero fuerte "¿Qué ha pasado? ¿Los Guerreros Oscuros?"

"Neutralizados, por ahora," respondió Ethan. "Y tú estás fuera de peligro, gracias a Lía."

Seth giró la cabeza para mirarla. Sus ojos, antes llenos de furia, ahora eran cautelosos, la examinó de arriba abajo, su mirada se detuvo en el rastro oscuro en su cuello, no dijo nada sobre eso.

"Soy Seth, Alfa de la Manada Valle de Escarcha," dijo con voz grave "Te debo la vida, Lía."

"Lía de Luna Roja," ella respondió, sintiéndose extrañamente fuerte bajo su intensa mirada "No me debes nada, solo hice lo que tenía que hacer."

Seth sonrió, una expresión fugaz que iluminó su rostro tenso "Pocos harían lo que hiciste por un desconocido, Lía de Luna Roja, menos aún con un lazo de alma gemela roto, eso te hace más fuerte de lo que crees."

Las palabras de Seth resonaron en Lía de una manera diferente a las de Ethan, eran un reconocimiento de poder, no de piedad.

"Necesitamos movernos" dijo Ethan, interrumpiendo el momento "Los Guerreros Oscuros podrían haber avisado a sus contactos, no estaremos seguros hasta llegar a la Manada Libre."

"¿La Manada Libre?" preguntó Seth, con el ceño fruncido "Es un lugar peligroso para un Alfa."

"Es el único lugar donde podremos curarte por completo y donde Lía estará a salvo de su antigua alma gemela y de sus propios problemas," respondió Ethan con firmeza.

Lía se estremeció al oír la mención de Aiden, el recuerdo era una punzada constante.

Se levantaron y reanudaron la marcha, esta vez con Seth apoyándose en Ethan, el Alfa Seth era fuerte, pero la plata todavía lo debilitaba.

A medida que avanzaban, el paisaje comenzó a cambiar, el denso bosque de pinos dio paso a colinas onduladas y valles más abiertos, aunque aún cubiertos de árboles, los olores eran diferentes aquí: a rocas, a hierba seca, a una brisa lejana de río, Lía sentía que se adentraba en un mundo completamente nuevo, un mundo donde las reglas de su antigua manada no se aplicaban, un mundo sin Aiden.

"¿Qué es exactamente la Manada Libre?" Lía preguntó, rompiendo el silencio.

Ethan tardó en responder "Es un refugio, un lugar para lobos que no tienen manada, o que han sido exiliados, o que simplemente buscan un camino diferente, no hay un Alfa único, hay una anciana Beta que actúa como consejera, y cada lobo es responsable de sí mismo, es un lugar de renegados, Lía, como tú."

La palabra "renegada" debería haberla herido, pero dicha por Ethan, sonaba diferente, como una designación, no como una condena.

"¿Y tú?" preguntó Lía, valientemente "¿Eres un renegado?"

Ethan la miró, sus ojos ámbar contenían un pasado que Lía no podía descifrar "Mi camino es el mío, no le debo lealtad a ninguna manada, mi lealtad es... a la verdad."

Sus palabras eran tan enigmáticas como él mismo ¿La verdad? ¿De qué verdad hablaba?

El sol comenzó a descender, tiñendo el cielo de naranjas y púrpuras, el cansancio de Lía era abrumador sus pies dolían, su mente estaba agotada pero no podía detenerse, no había vuelta atrás.

Mientras caminaban, Lía pensó en Maya y Caleb ¿Estarían bien? ¿Habrían contado lo sucedido? ¿Y Aiden? ¿Qué estaría haciendo el Alfa Aiden? El pensamiento de él, solo el pensamiento, era como una garra fría en su corazón.

De repente, Ethan se detuvo de nuevo, levantó una mano, indicando silencio.

El aire se había vuelto pesado, Lía lo sintió, incluso en su estado debilitado, un olor diferente, no el de los Guerreros Oscuros, sino algo más antiguo, más... peligroso, un olor a tierra recién removida y a... cenizas.

"Algo no está bien," susurró Ethan, su voz ahora tensa. "Huelo cenizas, y hay un rastro fresco aquí, no es de animal, es... humano pero no un lobo."

Seth, aunque herido, gruñó "Es una trampa o nos están esperando."

Lía sintió un escalofrío de miedo, no podía más su cuerpo y su mente estaban al límite.

Ethan la miró "Necesito que te quedes atrás, Lía, con Seth, yo iré a explorar, este rastro es de alguien que no quiere ser encontrado."

"No" dijo Lía, sorprendiéndose a sí misma "No te dejaré ir solo, mi loba puede estar herida, pero mis sentidos Beta aún funcionan, quizá pueda oler algo que tú no."

Ethan dudó un momento, evaluándola "Bien, pero a la primera señal de peligro, te escondes. ¿Entendido?"

Lía asintió, su corazón martilleando.

Ethan se movió silenciosamente por los árboles, con Lía detrás de él, intentando imitar su sigilo, Seth, con dificultad, se apoyó en un árbol, esperando.

Mientras se adentraban en la espesura, Lía vio algo, un pequeño trozo de tela oscura, enganchado en una rama, lo recogió. Estaba manchado con algo pegajoso y brillante, no era sangre, parecía... brea.

"Ethan," susurró Lía, mostrando el trozo de tela.

Él lo olió, su expresión se endureció "Brea y cenizas, no es de un lobo, esto es obra de humanos."

"¿Humanos?" Lía estaba confundida, los humanos y los lobos rara vez se cruzaban en estos territorios.

De repente, un crujido.

Ethan tiró a Lía detrás de un árbol.

Un hombre, vestido con ropas raídas y con un rostro cubierto de hollín, pasó corriendo por el claro, sin darse cuenta de su presencia, tenía una antorcha en la mano y una bolsa pesada al hombro, no era un lobo, era humano, pero su mirada era salvaje, desquiciada.

Y entonces, Lía lo sintió, no solo el olor a cenizas, sino algo más, una vibración en la tierra, un calor creciente.

Y luego, lo vio.

A lo lejos, por encima de la línea de los árboles, una columna de humo espeso y negro se elevaba hacia el cielo crepuscular y con el humo, un brillo anaranjado.

Un incendio.

La expresión de Ethan se oscureció "Han quemado algo."

"¿Qué?" preguntó Lía, con la voz apenas un soplo.

Ethan no respondió, se lanzó hacia adelante, su velocidad asombrosa, dejando a Lía atrás.

Lía corrió tras él, sintiendo que el pánico se apoderaba de ella. La imagen de los Guerreros Oscuros, los rituales prohibidos, la sangre valiosa... todo se unía en una macabra sinfonía.

Al llegar al borde de un acantilado, lo vieron.

Abajo, en el valle, un pequeño asentamiento, apenas una aldea, estaba envuelto en llamas, las estructuras de madera se desplomaban, y los gritos de la gente se elevaban en la noche, aullidos de dolor y desesperación.

No era una aldea de lobos, era una aldea humana.

Y el olor... el olor a carne quemada, a miedo y a una maldad tan profunda que le heló la sangre.

"Diosa Luna" susurró Lía, llevándose las manos a la boca, horrorizada "Los humanos... ¿Por qué?"

Ethan se mantuvo en silencio, sus ojos ámbar fijos en la escena del desastre, su rostro estaba sombrío, apretado, su mandíbula, tensa. Lía nunca lo había visto tan... vulnerable, tan afectado.

"No es solo un incendio, Lía," dijo Ethan, su voz baja y llena de una ira contenida que la hizo estremecerse "Esto es un mensaje. Un ritual."

Y Lía, aunque no quería creerlo, sintió una verdad fría y gélida extenderse por su corazón, los Guerreros Oscuros, los rituales prohibidos, la sangre valiosa, todo estaba conectado.

Lo que había comenzado como la huida de su propio dolor se había convertido en la testigo de un horror que trascendía las rencillas de las manadas.

El viaje hacia la Manada Libre acababa de volverse mucho más peligroso y Lía sintió, con una certeza aterradora, que su huida no era el fin, sino el principio de algo mucho más grande y oscuro.

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