Me había alejado por orden de Alonso, escoltada por un hombre cuya mirada era un enigma de curiosidad y cautela. Luchaba visiblemente contra el impulso de interrogarme. Tras asegurarse de que me acomodara en la mesa y de haber ordenado nuestro desayuno, tomó asiento frente a mí.
—Soy Dante —anunció de súbito—, el hermano de Alonso.—Mucho gusto —repliqué con agilidad, extendiendo mi mano en un gesto de cortesía sonriendo afablemente—. No tenía conocimiento de que tendría el honor de encontrarme con otro miembro de la familia. Dante no pudo responder, ya que fuimos interrumpidos por el camarero, cuyo servicio no se limitaba a nuestro desayuno solamente, sino que también trajo para Nectáreo y Alonso. Tenía curiosidad del motivo que Alonso me había alejado de la sala de reuniones para hablar a solas con mi falso hermano Nectáreo que