Concluí mi relato y aguardé, sintiendo cómo cada latido de mi corazón resonaba con la tensión del momento. Dante permanecía inescrutable, y yo no podía más que esperar y desear que mi historia resonara con alguna fibra de confianza en su ser. Comprendí con sólo mirarlo que me costaría mucho ganarme su confianza.
Nuestra conversación fue interrumpida por la llegada de Alonso y Nectáreo con rostros tranquilos e inmutables, nada que me diera una pista de si habían levantado el hacha de la guerra o hecho la paz. Observé cómo mi supuesto hermano tomaba asiento a mi lado, mientras que Alonso se acomodaba junto a Dante, frente a mí. Ambos, sin mediar palabra, comenzaron a sorber su café con una calma que contrastaba con el frenético palpitar de mi corazón. Era evidente que los hermanos Treviño ¿o er