La mujer evitó mi mirada y se alejó dos pasos, mirando alrededor como si temiera lo peor. Sabía que mi Celia había estado allí, y no me iría sin sacarle lo que supiera de ella.
—Señora, créame que daría la vida por saber dónde está la dueña. Si sabe algo, le aconsejo que me lo diga ahora —dije avanzando hacia ella de manera amenazante, pero la mano de Dante en mi hombro me detuvo.—Solo me los dieron para vender... no sé nada más —contestó retrocediendo ante mí.La desesperación me impulsaba a presionarla; quería extraerle todo lo que supiera, pero Dante intervino con suavidad.—Señora, no queremos causarle problemas —explicó—. Solo estamos buscando a nuestra hermana. Por favor, mire lo que me hicieron tratando de impedir que se la llevaran. Puede morir si no la encontramos. Sé