No, no podía ser un teatro, el sufrimiento de ella era real. Si Celia hubiera poseído la crueldad de “La Jerarca”, la jefa implacable de su familia, habría recurrido a la violencia sin titubeos, habría resuelto el engaño con la frialdad de un disparo en las frentes de los traidores. Pero no, ella eligió escapar y realizar una venganza que no tiene nada que ver con los métodos de su abuela.
—Tampoco está aquí —la voz de uno de mis hombres me sacó de mis cavilaciones, y volví a enfocarme en el exterior, con el temor latente de que mis peores pesadillas cobraran vida.—Continuemos —ordené con una voz que escondía mi inquietud. No podía ser verdad, susurraba mi corazón. Sin embargo, con cada pueblo que se desdibujaba en nuestro espejo retrovisor camino a Catania, la semilla de la duda germinaba con más