No podía creer que Celeste fuera la causante de aquella extraña situación en la boda y, seguramente, estaba detrás de mi secuestro. Aunque el misterio seguía creciendo para mí. Me esforcé en recordar lo que hacía mi abuela cuando venía a buscarme cada tarde. Siempre, antes de ir a las tiendas, me llevaba a reuniones con viejos extraños y los obligaba a hacer un juramento. ¿Cómo era que lo llamaban? Piensa, Celia, eso puede ser muy importante; tu vida está en juego.
La confusión en mi mente se intensificaba con cada recuerdo fragmentado que emergía desde las profundidades de mi memoria. Los rubíes, símbolos de poder y sangre, parecían ser la clave de un misterio que nunca pedí desentrañar. En mi infancia, esos encuentros con hombres de severas miradas y palabras susurradas en italiano habían sido una constante, pero siempr