Definitivamente hablaban de mí, pero no entendía nada de lo que decían. Por suerte, las sombras me envolvían y la oscuridad de la noche era mi cómplice. Mantuve la respiración tratando de escuchar un poco más, quizás dijeran algo que arrojara luz sobre mi extraña boda, llena de invitados hombres y peticiones de matrimonio con un anillo de rubí.
—¡Nada! Parece que se la ha tragado la tierra. ¡Maldición! Somos hombres muertos si se enteran de que la dejamos escapar. ¿Quién iba a pensar que sabría abrir el maletero? —vociferaba uno con un arma en la mano.—Creo que los Garibaldi la agarraron —contestó el otro—. Todos sabemos que hoy, cuando se casara, ellos la atraparían y la lanzarían al horno para vengarse por lo que le hicieron a su hermano, el doctor Luigi.—¡Deja de decir estupideces! Te lo tengo