Me despojé de las últimas fibras de mi antigua vida. El vestido de novia, que una vez simbolizó un futuro predestinado y opulento, ahora yacía en un rincón como un recuerdo desechado. Con manos temblorosas, me vestí con prendas simples, un atuendo que gritaba anonimato y prometía la libertad que tanto anhelaba.
—Desaparezca todo señora, no deje que nadie lo vea —volví a decirle a la mujer viendo cómo doblaba mi vestido con cuidado.—Haré lo que me pides, pero a cambio, acepta todo lo que gané hoy —dijo, mientras colocaba el dinero en mis manos temblorosas. Lo acepté con un sentimiento de gratitud y necesidad—. ¿Eres tú la que todos buscan?—¿Qué quiere decir? ¿Vinieron aquí? —pregunté asustada, mirando a mi alrededor.—No temas —me tranquilizó—. Es que e