CELIA:

Mientras nos alejábamos a toda prisa, escuché disparos y gritos en la distancia. Me aferré a las sábanas, rezando por Alonso y mis hermanos. Fuera lo que fuera que nos esperaba, estaba claro que mi vida nunca volvería a ser la misma. Bienvenida a la familia de los Garibaldi, pensé, donde cada día es una endemoniada batalla por sobrevivir.

 Nos detuvimos frente a una pared que parecía sacada de una película de espías, esperando a que llegaran las demás camas. De reojo, vi que traían a otra señora acompañada de una joven que lloraba como si se le acabara el mundo. De repente, mi corazón dio un vuelco de alegría al ver a mis hermanos aparecer corriendo como alma que lleva el diablo, con las armas en ristre, seguidos de unos cuantos hombres que reconocí al instante. Sobre todo, dos de ellos que me habían cuidado en Catania como si fueran m