Mundo ficciónIniciar sesiónCELIA:
El pánico se apoderó de mí como una serpiente que se enrosca alrededor del cuello. Miré a Diletta, cuyos ojos reflejaban el mismo terror que sentía yo. Luigi, por su parte, maldijo en un italiano tan cerrado que apenas pude entender la mitad de las obscenidades que salieron de su boca.
—¡Maldita sea! —rugió Luigi, sacando una pistola de su chaqueta con la velocidad de un rayo. Me quedé boquiabierta, recordando cómo su hermano Alonso siempre decía que Luigi, siendo médico, jamás empuñaba un arma. Y ahí estaba, convertido en todo un capo mafioso. —¿Qué haces, cariño? —preguntó el doctor Enzo, su voz teñida de preocupación, haciendo que Luigi bajara el brazo armado como si le hubieran echado un balde de agua fría—. ¿Se te olvidó que estamos en el refugio? —Eso es que están recitando la plegaria para localizarlas —interrumpió la voz ronca de la abuela Rubicelda, sonando como si cada palabra le costara un esfuerzo sobrehumano—. Ese brillo las delata como luci






