ALONSO:
Antes de que alguien pudiera responder, mi sobrino Gerónimo, junto a su hermano Guido, los Manos Negras y el resto del equipo élite, se acercaron con paso firme. Sus rifles aún humeaban en sus manos, testigos silenciosos de la reciente batalla.
—Primo —dijo Gerónimo, dirigiéndose a Filipo con respeto—, el perímetro está asegurado. Filipo asintió, su expresión endureciéndose nuevamente. Con un gesto rápido, nos indicó que guardáramos silencio mientras llevaba una mano a su oído, escuchando atentamente algo que solo él podía oír. Tras unos segundos que parecieron eternos, se dirigió a todos nosotros con voz autoritaria:—¡Arriba todos! Agarren las sogas —ordenó, señalando las cuerdas que colgaban del enorme helicóptero que se mantenía sobre nuestras c