ALONSO:
En ese instante, nuestra conversación fue interrumpida por la llegada de Filipo, quien nos miró a todos con desconcierto, luego a su padre.
—¿Es que acaso se les olvidó que somos mafiosos y estamos en guerra? ¡Nos están atacando! —Dijo con una firmeza que todos guardamos silencio. Parecía ser él el jefe de la familia y no su padre. —Celeste tenía razón, el padre de Roberto o Roger, el ex prometido de tu mujer, Alonso, tenía una gran cantidad de hombres aquí en Roma, así que dejen de conversar y vamos a concentrarnos en esto, ¿Capisci? Papá, llama a los aliados. —Sí, hijo, ya voy, pero nadie mueve a Celia de aquí sin mi permiso. ¿De acuerdo, abuela? —Más que una pregunta era una orden. —Y tú, mamá, deja de hacer todo lo que ella te pide. Alonso y Dante, por ahora, quédense aquí, pero si los necesito, los llamo. El ambiente cambió drásticamente. Filipo, con su rostro serio y su mirada penetrante, había logrado que todos volviéramos a la realid