Me mantuve atenta, siguiendo el coche de Agustino que giraba constantemente la cabeza, comprobando si aún me encontraba detrás. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al reconocer las calles de Roma. Estar aquí simplificaba mis planes, aunque sabía que debía ser paciente. Antes de cualquier cosa, era imperativo contactar a mi hermano. Después de un trayecto que pareció eterno, finalmente, llegamos a una imponente empresa.
"Vaya, esto se torna cada vez más fascinante", murmuré para mí misma mientras seguía a otro vehículo hasta llegar a los aparcamientos reservados para la dirección. "Me gusta", pensé, con un deje de satisfacción. Descendí del auto y me dirigí con decisión hacia donde el zorro de Agustino me esperaba. Parecía ansioso por mostrarme, como si fuese una especie de trofeo. Las miradas de quienes me rodeaban irradiaban espe