Concetta escucharme torció el rostro y nos quedamos mirándonos, como si nos estudiáramos. Alonso intervino rápidamente para disipar la tensión.
—Concetta, ¿qué haces aquí? Tengo entendido que estabas herida—dijo fríamente visiblemente incómodo con su presencia.—Así es, pero al enterarme que estabas aquí por negocios, quise pasar a saludarte querido —respondió Concetta sin dejar de mirarme —. ¿Por qué no me avisaste de que estabas aquí en Catania hace meses? — No es de tu incumbencia —dijo Alonso secamente poniéndose de pie ante mi mirada interrogante —. Pero ahora, si me disculpas, Diletta y yo tenemos asuntos pendientes que discutir. Concetta se levantó, lanzando una última mirada de furia hacia mí, antes de salir de la ha