Revisé por tercera vez el mensaje en mi teléfono mientras esperaba el ascensor. "Cena de trabajo. 8 PM. Te envío la dirección. No llegues tarde. N.B." Tan escueto y autoritario como siempre. Suspiré profundamente mientras las puertas se abrían. ¿Qué pretendía Nathaniel con esta cena? Después de nuestro último encuentro, donde la tensión podría haberse cortado con un cuchillo, no sabía qué esperar.
El restaurante resultó ser un exclusivo local en la azotea de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Cuando el maître me condujo a la mesa, me quedé sin aliento. Nathaniel estaba de pie, mirando el horizonte de la ciudad iluminada. Su silueta recortada contra las luces nocturnas parecía sacada de una película.
—Llegas puntual —dijo sin voltearse, como si hubiera sentido mi presencia.
—No me atrevería a hacerte esperar —respondí, intentando mantener un tono profesional.
Se giró lentamente y me miró de arriba abajo. Llevaba un vestido negro sencillo pero elegante, nada ostentoso.