El vapor del baño caliente empañaba el espejo mientras me envolvía en una toalla. Había pasado casi una hora sumergida en agua perfumada, intentando diluir la tensión que se había instalado en mi cuerpo desde aquella reunión con Nathaniel. Pasé la mano por el cristal empañado, revelando mi rostro fragmentado por las gotas de condensación.
"¿Quién eres ahora, Sophie?" murmuré a mi reflejo.
La mujer que me devolvía la mirada parecía una extraña: mejillas sonrosadas, ojos brillantes, labios ligeramente hinchados de tanto morderlos para contener emociones que no me atrevía a nombrar. Hacía tiempo que no me veía así, con esa mezcla de vulnerabilidad y deseo mal disimulado.
Me senté en el borde de la bañera, dejando que las gotas resbalaran por mi piel. El apartamento estaba en silencio, solo interrumpido por el ocasional goteo del grifo. Era el momento perfecto para ser honesta conmigo misma, algo que había estado evitando desde que firmé aquel contrato.
—No es solo un contrato —susurré, y