La mañana había comenzado como cualquier otra en las oficinas de Blackwell Enterprises. El aroma del café recién hecho impregnaba el aire, mezclándose con el sutil perfume de las flores frescas que decoraban la recepción. Yo había llegado temprano, como siempre, intentando mantener mi rutina intacta a pesar de que mi vida se había convertido en un torbellino desde que firmé aquel contrato con Nathaniel.
Mientras caminaba por el pasillo hacia mi oficina, sentía las miradas de mis compañeros siguiéndome. Ya no era solo Sophie Bennett, la abogada prometedora; ahora era la señora Blackwell, la esposa del hombre más poderoso del edificio. Un matrimonio falso que, para mi desgracia, comenzaba a sentirse demasiado real en mi corazón.
—Buenos días, Sophie —la voz de Melissa, mi asistente, me sacó de mis pensamientos—. El señor Blackwell dejó estos documentos para que los revises antes de la reunión de las once.
Tomé la carpeta que me extendía y asentí con una sonrisa forzada.
—Gracias, Meliss