Mi mano tembló ligeramente mientras sostenía el contrato frente a mí, los papeles impresos bien alineados, la tinta fresca de las palabras que parecían definirme para siempre. Nathaniel Blackwell, un hombre que no conocía pero cuyo nombre sonaba como una sentencia, había hecho una oferta a la que no podía decir que no. No podía, no debía. La alternativa era mucho peor.La empresa de mi familia, la que mi padre y mi abuelo habían construido con sudor y sacrificio, estaba al borde de la quiebra. Y lo peor de todo: no teníamos tiempo. El plazo para evitar la caída era corto, y ni siquiera mis esfuerzos habían sido suficientes para darle un giro a la situación. Entonces, como una salvación del destino, apareció Nathaniel, con su propuesta fría y directa. Un contrato de matrimonio, con él, que me aseguraría salvar la empresa. A cambio, mi nombre quedaría marcado en su mundo, para siempre. Como su esposa, aunque solo fuera un papel."Es simple, Sophie", me había dicho en esa reunión inicial
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