5

No sé qué me duele más: las preguntas que me atormentan o la certeza de que no tendré respuestas. Desde la conversación con Nathaniel, algo en mí cambió. Aquel roce de su mano, tan casual y tan cargado de intenciones no dichas, sigue retumbando en mi mente. En una fracción de segundo, sentí que todo lo que había creído sobre este contrato, sobre mi vida, se desmoronaba. Este matrimonio de fachada no es tan simple como parece. ¿Qué estamos haciendo, Nathaniel? ¿Qué quiero realmente de él?

Por la mañana, cuando me encuentro frente a mi espejo, me resulta casi irónico que me vea como una mujer que ha comenzado a cuestionar lo que su vida ha sido. Mi carrera está establecida, segura, bajo el control absoluto de mi familia. Sin embargo, aquí estoy, atrapada en una mentira, en una relación que comenzó como un acuerdo de negocios y que, de alguna forma, ahora me está llevando a límites peligrosos. Lo peor de todo es que no puedo decir si lo que siento por Nathaniel es real, o simplemente una atracción que no sé cómo manejar.

El sonido de la puerta al abrirse interrumpe mis pensamientos. No me hace falta voltear. Sé quién es.

— ¿Listo para comenzar la junta? — le pregunto sin mirarlo, aunque siento cómo su presencia llena la habitación como siempre lo hace.

Nathaniel hace un leve gesto con la cabeza, su silencio siempre tan imponente. Como si cada palabra que dijera tuviera el poder de cambiar el curso de nuestra existencia, o al menos el rumbo de este matrimonio simulado que ambos mantenemos. La verdad es que estoy empezando a dudar de mis propios sentimientos, de todo lo que creía que estaba claro. Lo que comenzó como un trato frío, calculado, se ha vuelto... algo más. Y no sé si estoy lista para enfrentar las consecuencias de ello.

Los días pasan y nuestra relación sigue avanzando en esta compleja danza de profesionalismo y tensión no resuelta. Las interacciones diarias no son más que una fachada, una actuación impecable ante el mundo. Frente a los demás, somos el matrimonio perfecto: una pareja que respeta los límites impuestos por un contrato de negocios. Pero, cuando estamos solos, la atmósfera se vuelve densa. Es como si ambos estuviéramos bailando al borde de un precipicio emocional, sin atrevernos a caer.

El trabajo en la empresa de Nathaniel nunca ha sido más complicado. Mis responsabilidades aumentan cada día, y con ellas, las interacciones entre él y yo. Es imposible no notar cómo nuestras miradas se cruzan más a menudo, cómo nuestras manos rosan sin quererlo en cada pequeño gesto. Intento mantener la distancia profesional, pero es cada vez más difícil.

— Sophie, necesito esos informes a primera hora — me dice una tarde, su tono de voz calculadamente frío.

Asiento, como siempre, a la espera de una respuesta más cálida que nunca llega. Él nunca deja entrever nada más allá de la fachada. Siempre tan perfecto, tan controlado. Y, sin embargo, a veces creo que veo destellos de algo más en sus ojos, algo que no sabe cómo manejar.

Es como si ambos estuviéramos atrapados en esta red que hemos tejido. Un contrato que ambos sabemos que nunca será fácil de romper, pero que nos está llevando a terrenos cada vez más difíciles de transitar.

Lo que no puedo evitar es cómo mi cuerpo reacciona cada vez que está cerca. A veces lo odio por eso, por su capacidad de hacer que todo en mí se detenga, que mi mundo se vuelva un suspiro agitado. Una mirada suya me deja sin aliento, y en esas miradas, puedo leer tanto. Es como si pudiera ver más allá de la fachada, como si me estuviera diciendo en silencio lo que no se atreve a admitir en voz alta.

No puedo controlar lo que siento, no puedo ignorar las señales que mi propio cuerpo me lanza cada vez que me encuentro cerca de él. Pero ¿es eso lo que quiero? ¿Caer en la trampa de una atracción que nunca será más que eso? ¿O es que, tal vez, estoy cayendo por algo mucho más profundo que la atracción física?

Mi mente no deja de dar vueltas mientras intento poner en orden los papeles sobre mi escritorio. La puerta de su oficina se abre, y puedo escuchar sus pasos acercándose. La tensión es palpable, como si algo estuviera a punto de estallar. Y lo hace, en un instante.

— Sophie, ¿puedes venir a mi oficina un momento? — su voz, grave y autoritaria, me corta en seco.

Asiento, mi corazón acelerándose con la idea de estar a solas con él. No sé qué esperar, pero sé que algo está por cambiar. Algo en su mirada me lo dice. Al entrar en su oficina, el aire se vuelve más denso, más pesado. Nathaniel está de pie junto a su escritorio, mirando fuera de la ventana. Cuando me acerco, él gira hacia mí.

— Necesito que me ayudes con algo, pero no en lo que pensabas — dice, su tono más suave de lo habitual, y eso es lo que me hace detenerme en seco.

La tensión en el aire cambia, como si todo fuera una trampa que acabamos de caer sin quererlo. Mi corazón late con fuerza, y, por un segundo, no puedo evitar preguntarme si esto es lo que quería o lo que temía.

— ¿A qué te refieres? — le pregunto, sin dejar de mirarlo a los ojos. Pero sé que, si no fuera por mi profesionalismo, la respuesta sería mucho más simple: lo que quiero es saber de una vez por todas qué es lo que está pasando entre nosotros.

Sus ojos parecen brillar con algo que no puedo identificar, algo que me desconcierta aún más. Da un paso hacia mí, y yo me quedo quieta, incapaz de moverme. La proximidad de su cuerpo me envuelve, me asfixia de una forma inexplicable.

— A veces, lo que creemos que controlamos... no es más que una ilusión — murmura, su aliento rozando mi piel.

La calidez de su voz se mezcla con el roce de su presencia, y siento como si el suelo debajo de mí comenzara a desmoronarse. Mi respiración se acelera, y cuando sus dedos tocan ligeramente mi brazo, una chispa recorre mi cuerpo. Estoy a punto de dar un paso atrás, de apartarme, de recordarme a mí misma que esto no es lo que quiero, pero algo en su mirada me detiene.

— Nathaniel... — susurro, sin saber qué decir.

No hay tiempo para más palabras. En ese preciso momento, la puerta de su oficina se abre de golpe, y la interrupción de la realidad me hace dar un paso atrás, con el corazón golpeando en mi pecho. Los dos nos quedamos quietos, en un silencio pesado, como si el aire hubiera quedado atrapado en el espacio entre nosotros.

Lo que acabamos de vivir no tiene nombre, y lo sé. No hay palabras que puedan describir lo que está ocurriendo entre nosotros. Y, sin embargo, sigo aquí, esperando que él me diga algo, que dé el siguiente paso. Pero no lo hace.

De vuelta en mi apartamento, esa noche, las preguntas que rondan mi cabeza no dejan de crecer. ¿Por qué me siento así? ¿Qué es lo que realmente está pasando entre nosotros? El contrato, los negocios, la empresa, mi familia... Todo parece desmoronarse ante mí. Y, al final, todo lo que me queda es una pregunta a la que ni yo misma quiero responder: ¿Estoy dispuesta a pagar el precio de la mentira que ambos estamos viviendo?

La puerta se cierra detrás de mí con un sonido casi imperceptible. Mi mente está nublada, como si una tormenta de emociones se hubiera desatado dentro de mí, y todo lo que quiero hacer es gritar, correr, o simplemente... caer. Pero no lo hago. En lugar de eso, respiro profundamente, una y otra vez, como si el aire en mi apartamento pudiera calmar la marea de pensamientos que se agolpan en mi cabeza.

Me quito los tacones, la tensión en mis pies aliviada por el movimiento. Mis manos, temblorosas, se aferran a la barra de la cocina mientras mi mente repasa lo que acaba de ocurrir en la oficina de Nathaniel. Cada palabra, cada gesto... la forma en que su cuerpo estuvo tan cerca del mío, como si no hubiera nada entre nosotros, como si no existieran los límites que habíamos acordado. ¿Qué fue eso? ¿Qué intento de control? De poder? ¿Y por qué diablos me gustó?

Me dejo caer en el sofá, buscando el consuelo del silencio. La pregunta sigue retumbando: ¿Estoy dispuesta a pagar el precio de la mentira que estamos viviendo?

Esos ojos de Nathaniel. Esa mirada penetrante que parece leerme, conocerme mejor que yo misma. Algo dentro de mí quiere huir de él, pero otra parte... otra parte no puede evitar desear que se acerque aún más. La paradoja de querer salir corriendo y al mismo tiempo permanecer quieta, esperando que me toque. ¿Es esto lo que quiero, de verdad?

Mi mente me traiciona, y en un impulso, abro el móvil. Un mensaje de Nathaniel. Mi corazón da un vuelco. ¿Debería leerlo? ¿O debería ignorarlo? Mis dedos titilan sobre la pantalla antes de decidirse, casi con rabia. Necesito saber, necesito comprender qué está pasando.

Nathaniel: “Lo que ocurrió hoy no es algo que puedas simplemente ignorar. No soy tonto, Sophie. Sé lo que está pasando, lo que estamos haciendo. Pero necesito que tú también lo reconozcas.”

Mis ojos se fijan en las palabras, y una oleada de frustración me invade. “Lo que estamos haciendo”… ¿acaso esto es real? ¿Es real lo que siento, o solo es un deseo controlado por algo que no puedo entender? ¿Está sugiriendo que él también sabe lo que está sucediendo, que no soy la única que se siente atrapada en esta red?

No tengo respuestas. Solo preguntas. Preguntas que me carcomen por dentro, que me obligan a mirar mi reflejo en el cristal de la ventana como si de alguna manera pudiera ver algo más allá de mi fachada. Soy una mujer racional, soy fuerte. Esto no debería afectarme de esta manera. No debería.

Sophie: “No sé a qué te refieres. Solo estoy siguiendo los términos de nuestro acuerdo, Nathaniel.”

Escribo las palabras con frialdad, pero dentro de mí siento que miento. No sólo a él, sino a mí misma. ¿Desde cuándo las palabras que salen de mi boca son tan vacías?

Minutos después, el teléfono vibra de nuevo. Esta vez, sus palabras son más directas, más... intensas.

Nathaniel: “No me hables como si no supieras lo que está pasando entre nosotros. No soy tu jefe, Sophie. Y esto no es un simple contrato. ¿Por qué crees que te he mantenido cerca? ¿Por qué crees que te trato de esta forma, si no es porque hay algo más?”

Su mensaje me golpea como una bofetada. Cada palabra es un recordatorio de lo que estamos haciendo. De lo que nos estamos haciendo. ¿Por qué me siento así? ¿Por qué mi corazón late con fuerza en mi pecho cuando él dice esas palabras?

Me levanto del sofá y comienzo a caminar por la habitación. La angustia me ahoga. ¿Acaso estamos demasiado cerca de la línea que nunca debemos cruzar? ¿O ya la hemos cruzado sin darnos cuenta?

El teléfono vibra otra vez. El mensaje de Nathaniel parece ser una invitación al caos. ¿Será que ambos hemos estado jugando con fuego? ¿O es que él también está esperando que me entregue por completo a lo que sea que estemos construyendo, o destruyendo?

Sophie: “Entonces, ¿qué quieres que haga? ¿Romper el contrato? ¿Dejar todo lo que he trabajado por esto?”

Mis dedos se mueven rápidamente sobre la pantalla. La respuesta que busco está ahí, escrita con las mismas dudas que me atormentan.

No espero mucho. Pero su respuesta es inmediata, como si me estuviera esperando.

Nathaniel: “Lo que quiero es que dejes de mentirte a ti misma, Sophie. Sé que hay algo más entre nosotros. Y sé que no lo vas a negar, porque sé lo que sientes. Solo tienes miedo.”

El teléfono cae de mis manos sobre la mesa. Su mensaje tiene el poder de tumbarme, de deshacer la pared de racionalidad que he estado construyendo. Miedo. ¿Es eso lo que tengo? ¿Miedo de lo que podría pasar si cruzamos esta línea? Miedo de lo que sentiré si realmente me dejo llevar por lo que hay entre nosotros. ¿Es eso lo que siento? O es algo peor. Algo que no puedo controlar.

El sonido del timbre de la puerta interrumpe mis pensamientos. No quiero responder, pero algo en mi interior me empuja a abrir. El corazón me late con fuerza. ¿Quién podría ser a esta hora?

Abro la puerta, y ahí está. Nathaniel. De pie, mirando fijamente hacia mí, su rostro tan impasible como siempre, pero sus ojos… esos ojos me atraviesan. Hay algo diferente en su expresión. Algo más profundo. Algo que me hace dudar de todo.

— Necesito hablar contigo, Sophie — su voz es más baja de lo normal, casi... vulnerable.

Yo, que siempre me había mantenido distante, ahora soy incapaz de dar un paso atrás. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente, acercándome a él, permitiendo que la distancia entre nosotros desaparezca por completo.

— No tenemos que hablar — respondo, mi tono apenas un susurro. Pero sé que es una mentira. Claro que tenemos que hablar. Necesito saber si esto es real. Si lo que siento por él es simplemente un juego, o si ambos estamos jugando con fuego.

Nathaniel da un paso hacia mí, y mi respiración se entrecorta. Por un momento, todo lo que puedo escuchar es el sonido de mi corazón golpeando fuerte en mi pecho. Él me observa en silencio, como si estuviera esperando que yo dijera algo, pero las palabras no vienen.

— Te lo voy a decir claro, Sophie — susurró. — Esto no es solo un contrato. No es solo un acuerdo. No quiero que sigas fingiendo.

No puedo más. Mis manos se levantan, como si fueran a tocar su rostro, pero me detengo. La tensión es tal que cualquier movimiento parece romper la frágil cordura que ambos tratamos de mantener.

Lo miro a los ojos. Ya no hay vuelta atrás.

— Entonces, ¿qué quieres de mí, Nathaniel? — mi voz tiembla, pero intento controlarme. No puedo permitirme caer, no puedo dejarme llevar por este caos que ha comenzado a arrastrarme.

Él no responde de inmediato. En su lugar, sus labios se curvan en una sonrisa fría, casi calculadora. Y sé, en ese instante, que el precio de esta mentira va mucho más allá de lo que ambos estamos dispuestos a pagar.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP