El sonido de las teclas bajo mis dedos es lo único que llena el silencio de la noche. Cada clic parece ser una chispa que me acerca un paso más a la verdad, pero también me aleja de lo que podría haber sido mi vida normal. Una parte de mí desearía poder detenerme, cerrar la computadora y seguir adelante como si nada hubiera cambiado. Pero algo dentro de mí me empuja a continuar, a descubrir lo que realmente se oculta tras el contrato que firmé sin pensar demasiado.
Nathaniel me tiene atrapada, no solo en la red de su control, sino también en la de su misterio. Las apariencias, la fachada de empresario exitoso y marido distante, me han llevado a pensar que su vida estaba tan en orden como su figura impasible. Pero a medida que profundizo, empiezo a encontrar grietas en su historia, como un rompecabezas que no se completa bien.
Las investigaciones son cuidadosas, discretas. Pero la información que empiezo a recolectar no hace más que intensificar mis dudas. No es solo que Nathaniel no sea quien dice ser; es que su familia, su pasado, todo lo que lo rodea está teñido de una oscuridad que no había imaginado. La empresa que lidera, las alianzas que ha formado, los secretos que ha guardado durante años... todo está conectado. Y yo, por alguna razón, soy una pieza en ese juego que nunca me imaginé jugar.
Una tarde, me siento con una copa de vino frente a mí, repasando una y otra vez los archivos y correos que he logrado obtener. Hay algo inquietante en todo esto. Algo que no puedo ignorar, aunque lo intente.
La puerta se abre sin previo aviso, y allí está él. Nathaniel. Siempre tan seguro de sí mismo, pero ahora, al verlo entrar, noto algo en su expresión. Como si estuviera esperando algo. O tal vez temiéndolo.
—¿Te molesta si hablamos un momento? —Su tono es serio, pero hay un deje de vulnerabilidad que no reconozco.
Me esfuerzo por mantener la calma, ocultando el estrés que me ha provocado todo lo que he descubierto en las últimas horas. Sin embargo, no puedo evitar que una parte de mí se sienta atraída por la forma en que su presencia llena la habitación. Cada músculo, cada línea de su rostro, todo parece estar calculado para mantenerme atrapada en su mundo.
—Claro. —Le respondo, intentando sonar natural. —Pasa.
Se sienta en el sillón frente a mí, sin apartar los ojos de los míos. En silencio, me observa como si estuviera esperando que yo hablara primero. Pero no es mi estilo ceder tan fácilmente, y menos cuando sé que algo no encaja en esta ecuación.
—¿Sabes algo de mi familia? —Pregunta de repente, su voz tan baja que apenas la escucho. Pero su mirada me dice que está en serio.
El aire se espesa, y por un segundo, me siento como si estuviera atrapada en una mentira que ya no puedo mantener. ¿Cómo sabe que he estado buscando información sobre él?
—Un par de cosas. —Respondo, intentando ser cautelosa, aunque mi tono se vuelve más desafiante de lo que esperaba. —¿Por qué lo preguntas?
Nathaniel suspira, y por un momento, parece más cansado que nunca. Deja caer los hombros, como si el peso de una verdad no revelada finalmente le estuviera pasando factura.
—Lo que estás investigando… —Hace una pausa, y la tensión en la habitación aumenta. —No es algo que yo quiera que descubras. Pero ya que lo has hecho, supongo que no puedo seguir ocultándolo.
Mi corazón late con fuerza, y aunque mi mente me dice que debo ser cautelosa, no puedo evitar el impulso de seguir adelante. Necesito saber, necesito entender.
—¿Qué estás tratando de ocultar, Nathaniel? —Mi voz es un susurro, pero llena de determinación. Mi pulso se acelera, y mis manos se sienten frías, aunque el calor de la habitación se hace insoportable.
Él se levanta lentamente, camina hacia la ventana y observa la ciudad. La luz de las farolas ilumina su rostro, pero es su expresión la que realmente me captura. Hay algo en él que está completamente fuera de lugar. Algo que nunca había visto antes.
—Mi familia… —Su voz se quiebra ligeramente, y por un momento, parece perderse en sus propios recuerdos. —No siempre hemos sido lo que aparentamos. He hecho cosas de las que no me enorgullezco. Y todo lo que he hecho, lo he hecho por proteger a los que aún me quedan.
Me acerco, no puedo evitarlo. Algo en su vulnerabilidad me hace querer comprenderlo, aunque sé que esta información cambiará todo entre nosotros. Lo que menos quiero es que me vea ceder, pero hay una parte de mí que se siente terriblemente atraída por su sinceridad.
—¿Qué tipo de cosas? —Pregunto con cautela.
Él se gira hacia mí, su rostro serio pero con una intensidad palpable en sus ojos. No puedo escapar de su mirada.
—Mi padre estaba involucrado en negocios que no eran legales. Yo me hice cargo de la empresa para proteger a mi madre y a mi hermana. En ese proceso, hice alianzas con personas que no me enorgullecen, pero necesitaba la seguridad. Cuando tomé el control, fue porque no podía permitir que el legado de mi familia cayera en manos de alguien más.
Todo lo que sabía sobre él hasta ahora parece desmoronarse. Nathaniel no es solo el hombre de negocios frío y calculador que pensé que era. Hay más, mucho más, y una parte de mí lo entiende. El contrato que firmamos no es solo una cuestión de negocio o de apariencia. Es una cuestión de supervivencia, de proteger lo que le queda de su vida.
Y entonces, sin previo aviso, una pregunta resuena en mi mente.
—¿Por qué yo? —Mi voz tiembla un poco, pero no puedo detenerla. —¿Por qué elegiste este contrato conmigo?
Nathaniel no responde de inmediato. Sus ojos se suavizan, y por un momento, parece que está considerando la pregunta con más seriedad de la que pensaba que podría tener.
—Porque sabía que no podría conseguirlo de otra manera. —Su tono es bajo, pero con una carga de sinceridad que me estremece. —Este matrimonio es un medio para un fin. Y aunque me resista a admitirlo, hay algo en ti que me hace querer que funcione. Algo que no había previsto.
La confesión me deja sin palabras. ¿Cómo debo reaccionar a eso? ¿Cómo debo procesar la verdad detrás de este contrato, de este hombre que me ha hecho sentir más cosas de las que estoy dispuesta a admitir?
Mis pensamientos se agolpan, y lo único que sé es que ya no puedo seguir ignorando lo que está en juego aquí.
—¿Y ahora qué? —Le pregunto, mi voz más suave, pero aún llena de tensión.
Él da un paso hacia mí, y por un momento, el mundo parece detenerse.
—Ahora, Sophie, tienes que decidir. ¿Vas a seguir adelante con esto, a pesar de todo lo que sabes, o vas a dar un paso atrás antes de que te arrastre demasiado?
La pregunta se queda flotando en el aire entre nosotros, como un peso que ninguno de los dos sabe cómo levantar. Pero algo en mí ya sabe la respuesta.
Y no tengo ni idea de si eso es lo que realmente quiero.
La tarde estaba en su punto culminante cuando decidí hacer algo que había estado evitando. Tras días de pensamientos confusos y momentos incómodos con Nathaniel, sentí la necesidad urgente de comprender más sobre él, sobre el contrato y todo lo que estaba en juego. Si quería seguir adelante con este matrimonio simulado, necesitaba respuestas. Y no solo por la empresa de mi familia, sino por algo más profundo que comenzaba a burbujear dentro de mí: la creciente atracción hacia el hombre que tenía a mi lado, el hombre al que había jurado estar junto en público, pero que en mi mente ya no era tan sencillo.
Recorrí la oficina de Nathaniel con pasos decididos, buscando en su biblioteca, revisando entre los papeles que se acumulaban en su escritorio, hasta que encontré lo que buscaba. Un pequeño archivo, cuidadosamente sellado, con la firma de la empresa de su familia. La historia detrás de este contrato estaba más enredada de lo que imaginaba.
A medida que leía, mi estómago se retorcía. La conexión entre él y mi familia no era tan superficial como había supuesto. Nathaniel no estaba solo buscando una esposa en una farsa. Había algo más. Algo que no podía ignorar. Su necesidad de un matrimonio con un objetivo claro estaba ligado a oscuros acuerdos financieros, estrategias para salvar su propia empresa que amenazaba con desmoronarse.
Sabía que él estaba en control de todo. Había visto cómo manejaba los negocios, cómo respondía con frialdad ante los problemas, y cómo, sin embargo, nada de eso parecía importarle a nivel personal. Era imparable, pero detrás de esa dureza había algo que no terminaba de encajar. Y, por supuesto, yo no era más que una pieza en su juego.
El archivo cayó de mis manos cuando escuché el sonido de pasos acercándose. Mi corazón dio un vuelco. Nathaniel.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz, tranquila pero firme, hizo eco en la oficina. Su presencia llena el espacio con una intensidad que era imposible ignorar.
Me giré hacia él, y la tensión entre nosotros se hizo palpable. Vi sus ojos, fríos pero observadores, estudiándome. Yo sentía que mi respiración se volvía irregular, pero intenté mantener la compostura.
— Estaba… investigando —respondí, sin poder disimular mi nerviosismo. El archivo estaba ahora a su alcance, y sabía que no podría mentirle.
Él caminó hasta mi lado, y su presencia se hizo aún más dominante. Se inclinó hacia el archivo, sus dedos rozando los míos por un instante. Mi piel se encendió con esa simple proximidad, y el choque de emociones me desconcertó. ¿Cómo podía una simple mirada, una breve interacción, hacer que mi corazón latiera con tanta fuerza?
— No es lo que parece, Sophie. —Nathaniel mantuvo su voz firme, pero había algo diferente, algo que parecía una advertencia. Como si estuviera advirtiéndome que no profundizara demasiado en lo que estaba descubriendo.
¿Lo había hecho por dinero? ¿Por salvar a su familia? La verdad era que yo no sabía nada. No sabía si me estaba utilizando o si era solo una víctima más de una trama mucho más grande que no alcanzaba a comprender.
— ¿Qué estás buscando? —su voz bajó un tono más. Parecía que, al igual que yo, él también luchaba por mantener su distancia emocional, aunque era claro que la tensión entre nosotros estaba aumentando.
Mi respiración se aceleró, y mi mente intentó racionalizar lo que estaba sintiendo. Sabía que estaba entrando en terreno peligroso, pero la verdad no podía esperar. Al menos no para mí.
— Quiero saber la verdad. —Mi voz tembló levemente, pero mantuve la mirada fija en la suya, desafiándolo, al mismo tiempo que me sentía vulnerable ante él. Su mirada no vaciló.
— La verdad es que estás aquí porque aceptaste el contrato. Y que este matrimonio es una fachada, Sophie. No te equivoques, no hay nada más entre nosotros. —La frialdad de su tono me golpeó en el pecho. Sus palabras sonaban como un recordatorio, como un límite.
Pero, en su mirada, había algo que no cuadraba, algo que no estaba completamente en paz con lo que estaba diciendo. Y eso solo alimentaba mis dudas.
— Y, sin embargo, cada día que pasa se siente… diferente —musité, casi en un susurro, más para mí misma que para él. Sentí el calor de su cuerpo cerca del mío, pero su rostro permanecía inexpresivo, como si quisiera mantener sus emociones bajo llave.
Él desvió la mirada por un momento, y pude ver una chispa de algo en sus ojos. No era ira, no era frustración. Era algo que no entendía. Y fue entonces cuando comprendí que tal vez, solo tal vez, Nathaniel no estaba tan seguro de este trato como parecía.
— No puedes dejar que tus emociones nublen tu juicio —dijo, su voz más suave de lo que esperaba, pero igual de firme.
La tensión aumentó, y la atmósfera en la habitación cambió. La presencia de Nathaniel, aunque todavía imponente, se volvió más… cercana. Su fragancia, su calor, se filtraban en mi mente, nublando mi capacidad para pensar con claridad. En este momento, ya no era solo el contrato lo que me mantenía atada a él. Era la constante lucha interna que sentía por estar cerca de él, pero también alejarme.
— No quiero complicar las cosas, Sophie —dijo, como si leyera mis pensamientos, pero su tono era grave. Sus palabras se hundieron en mi pecho, un recordatorio de que este trato que compartíamos no debía convertirse en algo más.
Y, sin embargo, cada fibra de mi ser deseaba algo más.
—
Esa noche, me quedé en mi habitación, la cabeza llena de pensamientos contradictorios. ¿Qué quería de verdad? ¿Estaba dispuesta a arriesgar mi corazón en esta mentira que había aceptado? ¿Y si el contrato, tan rígido como era, estaba llevando nuestra relación a un terreno más peligroso de lo que imaginaba?
El suave golpeteo de la lluvia contra la ventana no logró calmar mi mente. Nathaniel Blackwell había sido mi salvación. Y, a su manera, también mi perdición.