Las herrerías solían ser un buen lugar para obtener información en las poblaciones humanas. No que los hombres chismosearan menos que las mujeres, pero al menos no se distraían tanto con amoríos y esa clase de escándalos.
De acuerdo a lo que averiguaran, una amazona había llegado desde el este con un cuervo monstruoso al hombro y una docena de niños. El noble que gobernaba la ciudad se había apresurado a ofrecerle alojamiento y ponerse a su disposición. La amazona había permanecido dos días en la ciudadela antes de retomar camino hacia el oeste.
El noble la había provisto con las mejores ropas de invierno para ella y los niños asustadizos que llevaba a la zaga, y todo lo necesario para cinco días de camino. Se había marchado tres días antes que nosotros llegáramos.
—¿Y no causó ninguna carnicería? —inquirió Mendel sorprendido.
—No, pero el noble amaneció muerto al día siguiente que Risa se marchó —sonrió Declan.
—¿Qué decían de ella? —pregunté, hac