Alcé la vista para mirarlos alternativamente, porque la teoría de Ragnar ofrecía una excelente explicación a varios de nuestros interrogantes.
Lo que me torturaba era no haberla escuchado desde que cruzara las montañas para buscarla. Cuando se lo expuse a Mendel y Ragnar a la mañana siguiente, mi hermano me tachó de melodramático como solía y descartó mi comentario.
—Vas una semana por detrás de ella, Mael —respondió como si le hablara a un lobezno distraído—. Estos niños la oyeron cuando estaba a dos días de aquí. Podemos suponer que tú la escucharías antes, ¿a tres días, cuatro? Nunca has estado a menos de seis o siete días de ella.
Tuve que admitir que tenía sentido.
—Eso significa que necesito acortar la distancia como sea —dije—. Debemos hallar sus huellas y retomar la búsqueda.
Después de desayunar, salí con Ragnar y los hijos de Mora en busca del rastro de Risa, que era de suponer se había marchado hacia el oeste. Pero el terreno era un caos